Vida Cristiana

Cómo acompañar a los que están “deconstruyendo” su fe

5 cosas que aprendí leyendo “Antes de perder tu fe”

No me ha pasado todavía, pero sé que debo prepararme. Tú también. Quizá ya estás enfrentando algo como esto. Y es que bien dicen que, cuando Estados Unidos estornuda, el mundo se resfría.

En los últimos años, especialmente con el advenimiento de las redes sociales, nos hemos dado cuenta de que esto aplica no solo en temas económicos, sino también en asuntos ideológicos y sociales. Entonces, ¿de qué estoy hablando? ¿Para qué debemos prepararnos? Para caminar junto a aquellos que están «deconstruyendo» su fe.

“Antes de perder tu fe”

Internet se inunda cada vez más de anuncios de personas que crecieron en iglesias evangélicas y ahora dan la espalda a la fe que una vez profesaron. Dicen cosas como «empecé a hacer preguntas que nadie podía responderme» o «viajé, conocí a personas nuevas y me di cuenta de que las cosas no eran como me las habían enseñado».

Su «búsqueda» concluyó con la convicción de que su antigua convicción ya no era convincente.

Deconstruyeron su fe y la dejaron atrás.

Está bien hacer preguntas, siempre y cuando lo que deseemos sea la verdad. Estemos abiertos a acompañar con misericordia a los que dudan
 
Antes de perder tu fe (B&H Español, 2023) es un libro que nos equipa para responder a aquellos que están pasando por esta disección sistemática del cristianismo y están siendo seducidos para rechazar las verdades de la Escritura sobre la salvación y la piedad.

Quizás tú mismo estás en una etapa de cuestionar todo lo que aprendiste desde muy pequeño. Si tu búsqueda de respuestas es sincera, te invito a explorar este recurso.

Estas son cinco cosas que aprendí al leerlo:

1. No está mal hacer preguntas

La deconstrucción puede ser el camino hacia la reconstrucción, es decir, hacia la construcción de una fe más madura y fuerte que se enfrente honestamente a las cuestiones más profundas de la vida (p. 4).

Una cosa es tomar un martillo y destruir todo lo que has aprendido acerca de Jesús, sin realmente buscar la verdad de quién es Él y lo que Él ha dicho.

Otra cosa muy distinta es hacer preguntas sobre las cosas que simplemente has repetido sin pensar durante muchos años y que quizá no tienen mucho sentido para ti.

Está bien hacer preguntas, siempre y cuando lo que deseemos sea la verdad. El problema es cuando usamos las preguntas como excusas para justificar nuestro pecado o herir a los que nos han herido. Estemos abiertos a acompañar con misericordia a los que dudan (Jud 1:22) y estemos con los ojos bien abiertos para ver las intenciones detrás de las preguntas… incluso en nuestros propios corazones.

¿Son preguntas sinceras o preguntas que uso como una excusa para rechazar todo aquello que no me gusta?

2. No todo lo que se etiqueta como cristiano es cristiano

Te animo a que, si estás considerando una ruptura con el cristianismo, te asegures de que has probado el verdadero cristianismo (p. 27).

Muchos terminan abandonando el cristianismo tras salir de una iglesia que ni siquiera es iglesia, guiada por pastores que ni siquiera son pastores. Que un grupo de personas utilice palabras bíblicas, como «evangelio», «Jesús», «gracia», «santidad» y «bendición», no significa que sean una congregación bíblica que realmente se somete a Dios.

Muchas veces es una cueva de ladrones llena de lobos vestidos de ovejas.

No todo lo que brilla es oro, y no todo lo que lleva una pegatina de pescadito es lo que Cristo llama Suyo

¿Sabes realmente quién es Jesús? ¿Puedes expresar qué es el evangelio? ¿Has sido impactado verdaderamente por la gracia mostrada en la cruz del Calvario?

No todo lo que brilla es oro, y no todo lo que lleva una pegatina de pescadito es lo que Cristo llama Suyo.

3. Debemos caminar con gente real

Busca a aquellos que han evitado el espectáculo en favor de la constancia; que han sido fieles a Dios, a la familia, a la iglesia, a los amigos, durante un largo periodo de tiempo; que han aprendido mucho pero todavía tienen hambre de aprender; que encuentran el gozo en la sencillez; que mantienen la compostura frente a los obstáculos; que son más generosos de lo que la mayoría de la gente conoce; que se deleitan en las Escrituras; que aman y siguen a Jesús en todas las cosas grandes, pequeñas e intermedias de la vida (p. 76).

Muchas de las historias de deconstrucción se desarrollan en Internet: foros, canales de YouTube, cuentas de X (antes Twitter) y demás. Ahí, por más «auténtico» que sea el creador de contenido, jamás podrás encontrarte con personas reales.

Para evaluar tu fe y tu corazón, necesitas conocer y ser conocido de verdad.

Eso solo se puede hacer en la vida real. Busca una iglesia genuina y sana donde encuentres personas que hayan caminado con el Jesús de la Biblia y puedan presentártelo.

4. El único que puede convencer de pecado es el Espíritu Santo

Cuando los cristianos son testigos de que alguien rechaza el evangelio de Jesús, suelen pensar que no hicieron la presentación correcta, que no ofrecieron las mejores respuestas apologéticas, etc. Y a veces fallamos en nuestro camino.

Pero la realidad del Espíritu Santo se resiste a tales razonamientos. […] A veces la gente no cree no porque no haya escuchado las respuestas correctas, sino porque las ha escuchado solo con la mente y no con su corazón (pp. 135, 138).

Ni tú ni yo podemos cambiar a nadie. No puedes convencerte a ti mismo de creer. La fe es un regalo (Ef 2:8): para abrazar a Jesús necesitamos nacer de nuevo.

"¿Es Jesús quien dijo ser? Si Él es el Hijo de Dios, el Cristo, entonces debemos someternos a Él"

Quizá te has dado cuenta de que ofrecer respuestas a tu amigo escéptico —incluso después de horas de estudio— no te lleva a ningún lado. Sigue aferrado a su fe atea.

¿Qué te queda? Orar, orar y orar. Clama al Señor por misericordia, para que Él conceda al ciego ojos para ver y al sordo oídos para escuchar.

¿Eres tú el incrédulo? No es casualidad que estés aquí, buscando respuestas. Clama al Señor, dile: «Creo [aunque sea poquito, aquí estás], ayuda mi incredulidad» (Mr 9:24). El Señor es poderoso para transformar tu corazón y hacerte saborear lo que antes te parecía insípido.

5. Siempre vuelve a Jesús

La cuestión es si confiamos en [Jesús] en Sus términos; si no, no confíes en Él en absoluto. Si Jesús es quien dice ser, entonces es digno de confianza, así que puedes confiar en Él para que te ayude pacientemente a resolver el resto. Si no lo es, entonces no vale la pena preocuparse por nada (p. 149).

A la hora de deconstruir la fe surgen muchos temas: la sexualidad, la evolución, la violencia en el Antiguo Testamento, el rol de las mujeres en la iglesia, la resurrección, la confiabilidad de los textos bíblicos y mucho más. Uno puede pasarse la vida entera estudiando cada uno de esos temas. Cada pregunta sobre estos asuntos hace que surjan cinco más.

Pero hay un cuestionamiento en particular sobre el que descansa nuestra fe: ¿Es Jesús quien dijo ser? Si Él es el Hijo de Dios, el Cristo, entonces debemos someternos a Él.

Nuestra vida entera le pertenece. Si no lo es, podemos tirar todo el cristianismo a la basura:

«Comamos y bebamos que mañana moriremos» (1 Co 15:32).

¿Acompañas a alguien que duda? Llévalo a Cristo.

¿Tú mismo estás cuestionando la fe? Vuélvete a Cristo.

Sé confrontado por Su persona y Su obra. Responde a Él con sinceridad. Tu vida cambiará para siempre.

Ana Ávila es escritora senior en Coalición por el Evangelio, Química Bióloga Clínica, y parte de Iglesia El Redil. Es autora de «Aprovecha bien el tiempo: Una guía práctica para honrar a Dios con tu día». Vive en Guatemala junto con su esposo Uriel y sus dos hijos. Puedes encontrarla en YouTubeInstagram y Twitter

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