Vida Cristiana

¿Qué dice la Biblia acerca de temer a las personas?

Aliento para ser una mujer libre de temor al ser humano

Nota del editor: 

Este es un fragmento adaptado del libro El temor y nuestra sed de aprobación (Editorial Portavoz, 2023), por Karla de Fernández.

La realidad es que, desde que nacemos, todos los seres humanos tememos a las personas en mayor o menor medida. Si nos guiamos por la definición de Edward T. Welch, todas estamos sedientas de aprobación porque todas admiramos a alguien.

En algún momento de nuestra vida nos hemos sentido controladas o dominadas por alguien más, hemos confiado en la gente y sentido que necesitamos a otros mucho más de lo que deberíamos necesitar a Dios. Por supuesto, todo esto nos hace estar sedientas de la aprobación de los demás, porque nos gusta sentirnos amadas, necesitadas y admiradas; deseamos que otros reconozcan nuestro valor y que confíen en nosotras. Es decir, tememos a otros, pero en el fondo puede ser que, de manera inconsciente, nos guste ser temidas por otros también.

Entonces, si todos los seres humanos tememos a las personas y nos gusta ser temidas, deberíamos preguntarnos: ¿Ese temor es algo con lo que fuimos creadas? Para poder responder esa pregunta, debemos ir al principio de la historia, donde todo lo creado era perfecto y sin mancha.

El inicio del temor

La historia de Adán y Eva tuvo consecuencias catastróficas para la humanidad. Eva fue seducida y engañada; pecó por la voz de la serpiente que le presentaba un plan «mejor» que el de Dios. ¡Se les dijo que ellos serían como Dios!

Adán y Eva estaban juntos en el huerto disfrutando del paraíso, de la presencia y comunión con Dios de manera perfecta, pero, al desobedecer el mandato divino de no comer de ese árbol (Gn 2:15-17), ellos quebrantaron los límites que el Señor de forma soberana había establecido. Ahora ellos habían pecado.

Seguían con vida, pero la imagen de Dios en ellos había sido distorsionada; ahora veían a Dios con miedo a Su ira y Su justicia. No solo eso, sino que la forma de verse el uno al otro también había cambiado; ahora se veían con temor, vergüenza y culpa.

Nada volvió a ser igual que al inicio. El pecado entró en sus vidas y corazones; esa comunión perfecta entre ellos y su Creador ahora estaba rota y, en lugar de estar unidos en una sola carne para complementarse y cumplir el propósito de Dios, ahora lucharían por reconstruir una unión que se vería afectada por el pecado (Gn 3:16).

Tememos a las personas creadas a la imagen de Dios, porque no tememos a Dios y no lo amamos lo suficiente

 

Las relaciones personales dañadas entre los seres humanos nos muestran que la relación personal con Dios también está dañada. Cuando tememos a las personas es porque han ocupado el lugar que solo le corresponde a Dios, un lugar donde pareciera que los seres humanos son más poderosos que Dios. Tememos a las personas creadas a la imagen de Dios, porque no tememos a Dios y no lo amamos lo suficiente.

Lo que la Escritura dice sobre el temor

La Escritura tiene mucho que decirnos acerca de este temor, cómo se manifiesta en la vida del creyente, pero también cómo lo ve Dios. Por ejemplo:

El temor al hombre es un lazo,
pero el que confía en el SEÑOR estará seguro (Pr 29:25).

Yo, Yo soy su consolador.
¿Quién eres tú que temes al hombre mortal,
y al hijo del hombre que como hierba es tratado? (Is 51:12).

Así que Yo les digo, amigos Míos: no teman a los que matan el cuerpo, y después de esto no tienen nada más que puedan hacer. Pero Yo les mostraré a quién deben temer: teman a Aquel que, después de matar, tiene poder para arrojar al infierno; sí, les digo: ¡A Él, teman! (Lc 12:4-5).

En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor, porque el temor involucra castigo, y el que teme no es hecho perfecto en el amor (1 Jn 4:18).

El temor a las personas nos llevará a buscar su aprobación para sentirnos seguros. El temor a las personas incluye temor a ser lastimado o herido, ya sea de manera física o emocional.

Al llegar a Egipto, por ejemplo, Abram temió perder su vida por la belleza de su esposa y mintió para salvarse de ser lastimado físicamente. En ocasiones, el temor a otros nos llevará a pecar.

Lot, sobrino de Abram, eligió vivir en Sodoma, donde la lujuria y la inmoralidad eran el distintivo (Gn 13:13). Tiempo después, Lot tuvo la visita de ángeles que fueron a rescatarlo de la inminente destrucción de Sodoma, que vendría de mano de Dios como consecuencia del pecado de ese lugar (Gn 19:15).

Necesitamos a Cristo para que Su imagen con la que fuimos creadas y la identidad que fue distorsionada con el pecado sean restauradas en nosotras

 

Sin embargo, cuando los habitantes de la ciudad rodearon su casa buscando a los ángeles, «le gritaron a Lot: —¿Dónde están los hombres que llegaron para pasar la noche contigo? ¡Haz que salgan para que podamos tener sexo con ellos!» (Gn 19:5, NTV), Lot respondió a sus demandas ofreciendo a sus propias hijas para que se deleitaran con ellas y no con los ángeles (Gn 19:7-8).

La historia de Lot nos muestra cómo el temor a la gente nos puede llevar a actuar sin razonar primero, exponiendo a otros al peligro sin medir las consecuencias.

Por su parte, el apóstol Pedro caminó durante tres años con Jesús, y vio los milagros, las sanidades y a las multitudes seguirlo para escuchar lo que tenía que decir. Sin embargo, Pedro negó a Jesús por temor a aquellos que podían entregarlo junto con Jesús (Mt 26:74).

No cabe duda de que, en muchas ocasiones, el temor a las personas nos llevará a negar nuestra fe y a negar a Cristo, tal vez no con nuestras palabras, pero sí con nuestras actitudes.

La esperanza del evangelio

La Escritura afirma: «En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor, porque el temor involucra castigo, y el que teme no es hecho perfecto en el amor» (1 Jn 4:18).

Solo un amor tan grande como el de Dios echará fuera el temor que pueda existir en nuestros corazones. Una correcta apreciación del temor a Dios, con la ayuda del Espíritu Santo morando en nosotras, nos llevará cada día a temer menos a las personas y dejaremos de necesitarlas más que a nuestro Señor.

Solo un amor tan grande como el de Dios echará fuera el temor que pueda existir en nuestros corazones

 

Sin embargo, hay un problema con el temor a las personas: que siempre nos acompaña a dondequiera que vayamos. El temor a otros irá con nosotras si no logramos vencerlo. Sin importar dónde nos encontremos, estaremos buscando cumplir las expectativas de otros.

En efecto, hemos dejado de temer a Dios por temer a las criaturas que Él creó a Su imagen y semejanza. Nuestra necesidad de ser aprobadas muy probablemente se da porque también nos hace sentir felices, seguras, útiles y nos da una razón por la cual nos esforzamos día a día.

Sin duda, necesitamos de un Salvador, necesitamos a Cristo para que Su imagen con la que fuimos creadas y la identidad que fue distorsionada con el pecado sean restauradas en nosotras. Necesitamos el evangelio para vivir en el temor al Señor.

El temor que se inició en el Edén fue vencido en la cruz con la muerte de Cristo, Su sepultura y Su resurrección. El temor a Dios nos llevará a rechazar las propuestas pecaminosas y las tentaciones a las cuales nos veamos expuestas.

Si crecemos en el conocimiento de Dios, le amaremos más, le temeremos correctamente y nuestras relaciones con otros serán transformadas

 

Por su gracia, ahora estamos siendo perfeccionadas porque «el que comenzó en ustedes la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Cristo Jesús» (Fil 1:6). Por Su gracia nos estamos pareciendo cada vez más a Cristo, quien está formando Su carácter en nosotras. Necesitamos conocer a nuestro Dios porque, si crecemos en el conocimiento de Él —Su carácter, Sus atributos, nuestra identidad en Cristo y cómo Él nos ve ahora que hemos recibido la salvación de nuestros pecados—, le amaremos más, le temeremos correctamente y nuestras relaciones con otros en esta tierra serán transformadas.

Todos los días experimentamos una lucha constante en nuestra mente y corazón. Por eso necesitamos permanecer en la Palabra y en la oración, y recordar una y otra vez que ya no somos esclavas del pecado; porque ya no reina sobre nosotras. Ahora le pertenecemos a Dios por medio de Cristo, porque Su obra fue suficiente. Podemos deleitarnos en Él y estar completas en Él, buscando Su aprobación y ser agradables a Sus ojos, con temor a Él por quién es Él.

Sea cual sea la forma en la que el temor a las personas se manifiesta en ti, recuerda que todas estamos siendo perfeccionadas; ninguna ha llegado a la meta aún. Todas buscamos seguir a Cristo y crecer en Él. ¡No te rindas! Conoce a tu Dios y actúa, un día a la vez.



Karla de Fernández 
está casada con Jorge Carlos y es madre de tres niños. Con su esposo radican en Querétaro, México, donde son miembros de iglesia SOMA. Es autora de Hogar bajo Su graciaEl azul es para los niños, El temor y nuestra sed de aprobación y Una mujer elegida. Puedes encontrarla en YouTubeInstagramFacebook y Twitter.

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