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Lectura de Hoy

04-06-2024

DEVOCIONAL

Devocional: Deuteronomio 8

Deuteronomio 8 ofrece una perspectiva teológica importante sobre los cuarenta años de peregrinaje en el desierto. Siendo Dios un Dios personal, es posible relatar esta historia como la historia de la interacción entre Dios y su pueblo: el responde a sus necesidades, ellos se rebelan, ellos se arrepienten, y luego el mismo ciclo vuelve a comenzar de nuevo. Por un lado, es posible contemplar el relato entero desde el punto de vista de la soberanía trascendente y fiel de Dios. Él permanece siempre al mando. Esta es la perspectiva que viene reflejada en este capítulo.

Por supuesto que Dios podía haberles dado todo lo que querían antes de que llegasen a articular sus deseos. Podía haberse dedicado a consentirles y mimarles hasta la saciedad. En lugar de ello, su propósito fue humillarles, ponerles a prueba, e incluso dejar que pasasen hambre antes de, por fin, alimentarles de maná (8:2-3). Moisés insiste que el propósito detrás de esta última experiencia fue que Dios les enseñara que “no sólo de pan vive el hombre, sino de todo lo que sale de la boca del Señor” (8:3). Y más ampliamente, “Reconoce en tu corazón que, así como un padre disciplina a su hijo, también el Señor tu Dios te disciplina a ti” (8:5).

¿Por qué tanta disciplina? La triste realidad es que gente caída como tú y como yo nos fijamos con gran facilidad en los dones que recibimos, al mismo tiempo que ignoramos al Dador. Siempre llega el momento cuando esta tendencia se degenera en el culto a lo creado en lugar del culto al Creador (ver Romanos 1:25). Dios sabe que Israel corre este peligro. Les lleva a una tierra agrícolamente prometedora, con agua suficiente, con riqueza mineral (8:6-9). ¿Cuál sería en un escenario así la probabilidad de que aprendieran la verdad que “no sólo de pan vive el hombre, sino de todo lo que sale de la boca del Señor”?

Incluso tras aquellos cuarenta años de disciplina, los peligros resultarán ser enormes. Por lo tanto, Moisés les recalca estas lecciones una y otra vez. Será una vez que el pueblo haya entrado en la tierra y esté gozando de la abundancia considerable que allí encontrará, que los peligros comenzarán. “Pero ten cuidado de no olvidar al Señor tu Dios. No dejes de cumplir sus mandamientos, normas y preceptos que yo te mando hoy” (8:11). Con la riqueza vendrá la tentación a la arrogancia, lo cual incitará al pueblo a olvidarse del Señor que les liberó de la esclavitud (8:12-14). Al final, no sólo acabarán dando más valor a las riquezas que a las palabras de Dios, sino que podrían incluso justificarse a sí mismos, proclamando con orgullo:

Esta riqueza es fruto de mi poder y de la fuerza de mis manos” (8:17), olvidando de manera muy conveniente que incluso la capacidad de producir riquezas es un don que procede de la gracia de Dios (8:18).

¿De qué maneras muestra tu vida que valoras enormemente cada palabra que procede de la boca de Dios, por encima de todas las bendiciones, e incluso de las necesidades, de esta vida?

Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen I, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2013. Usado con permiso.
Devocional: Isaías 36
Isaías 36—39 es menos una digresión histórica que la bisagra sobre la que gira el libro. Empleando otra metáfora, estos capítulos constituyen el vínculo que une las dos grandes partes del mismo. No solo proveen el escenario histórico de gran parte del libro (especialmente, de muchos de los primeros treinta y cinco capítulos), sino que plantean en forma histórica la pregunta fundamental que el libro hace: ¿En quién confiaremos? O, según la perspectiva del comandante de Senaquerib: “¿En quién confías?” (36:5). Isaías 36 comienza el relato.

El rey Ezequías había guiado a la nación en una rebelión contra Asiria, buscando después la ayuda de Egipto. Senaquerib de Asiria no estaba dispuesto a perdonar. Orgulloso de su serie inmaculada de triunfos (36:18- 20), decidió destruir Jerusalén y darle una lección inolvidable.

Capturó ciudad tras ciudad en Judá hasta que solo quedaron dos, Laquis y Jerusalén. Aquí, vemos a su comandante en jefe tratando de socavar el ánimo de los defensores restantes, hablándoles en hebreo, para que el pueblo de Jerusalén entendiese sus palabras, en lugar de su propio idioma arameo (36:11-12).

Lo que quizás debemos observar con más detenimiento en este capítulo es el ejemplo de las medias verdades de Satanás, los métodos para sembrar dudas y los argumentos calculados para disminuir la fe en el Dios viviente. Conozcamos a nuestro enemigo, en particular sus mentiras, y lo reduciremos y haremos menos creíble. Estas son sus armas:

Gran parte de su discurso es una pura tomadura de pelo. En este punto, Judá tenía tal carencia de guerreros que, aunque Senaquerib hubiese facilitado los caballos, Ezequías no hubiese podido aportar los hombres (36:8). El comandante en jefe declara que está allí porque el Señor se lo ha ordenado (36:10), lo cual es parcialmente cierto e incluso acorde con la propia enseñanza de Isaías (10:5). No obstante, era totalmente falso, en cualquier sentido, que presupusiese que Asiria era un siervo obediente de Dios en lugar de un instrumento utilizado en el misterio de su providencia. Un intento deliberado de minar la confianza del pueblo en Ezequías (36:13-15) sólo encuentra finalmente silencio (36:21), pero el daño psicológico debió ser considerable. El asirio hace que incluso la amenaza de la deportación a una tierra extraña suene como un agradable traslado a un lugar mejor (36:16-17), un poco como hacer del pecado algo delicioso y esconder la vergüenza, la soledad y la muerte. Por supuesto, si Jehová puede reducirse a la posición de las deidades paganas, será más fácil rechazarlo (36:18- 19).

Además, aunque el comandante en jefe malinterprete el significado de la destrucción de los altares paganos por parte de Ezequías (36:7), está claramente en lo cierto cuando siente la animadversión de muchos del pueblo.

¿Qué medias verdades parecidas repiten sin cesar voces reputadas de nuestra sociedad, para desmoralizar al pueblo de Dios?

Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2016. Usado con permiso.
Deuteronomio 8
Descripción de la tierra prometida
8 »Todos los mandamientos que yo te ordeno hoy, tendrán cuidado de ponerlos por obra, a fin de que vivan y se multipliquen, y entren y tomen posesión de la tierra que el SEÑOR juró dar a sus padres. Y te acordarás de todo el camino por donde el SEÑOR tu Dios te ha traído por el desierto durante estos cuarenta años, para humillarte, probándote, a fin de saber lo que había en tu corazón, si guardarías o no Sus mandamientos. Él te humilló, y te dejó tener hambre, y te alimentó con el maná que tú no conocías, ni tus padres habían conocido, para hacerte entender que el hombre no solo vive de pan, sino que vive de todo lo que procede de la boca del SEÑOR. Tu ropa no se gastó sobre ti, ni se hinchó tu pie durante estos cuarenta años.
»Por tanto, debes comprender en tu corazón que el SEÑOR tu Dios te estaba disciplinando, así como un hombre disciplina a su hijo. Guardarás, pues, los mandamientos del SEÑOR tu Dios, para andar en Sus caminos y para temerlo. Porque el SEÑOR tu Dios te trae a una tierra buena, a una tierra de corrientes de aguas, de fuentes y manantiales que fluyen por valles y colinas; una tierra de trigo y cebada, de viñas, higueras y granados; una tierra de aceite de oliva y miel; una tierra donde comerás el pan sin escasez, donde nada te faltará; una tierra cuyas piedras son hierro, y de cuyos montes puedes sacar cobre. 10 Cuando hayas comido y te hayas saciado, bendecirás al SEÑOR tu Dios por la buena tierra que Él te ha dado.

El peligro de olvidar a Dios

11 »Cuídate de no olvidar al SEÑOR tu Dios dejando de guardar Sus mandamientos, Sus ordenanzas y Sus estatutos que yo te ordeno hoy; 12 no sea que cuando hayas comido y te hayas saciado, y hayas construido buenas casas y habitado en ellas13 y cuando tus vacas y tus ovejas se multipliquen, y tu plata y oro se multipliquen, y todo lo que tengas se multiplique, 14 entonces tu corazón se enorgullezca, y te olvides del SEÑOR tu Dios que te sacó de la tierra de Egipto de la casa de servidumbre. 15 Él te condujo a través del inmenso y terrible desierto, con sus serpientes abrasadoras y escorpiones, tierra sedienta donde no había agua; Él sacó para ti agua de la roca de pedernal. 16 En el desierto te alimentó con el maná que tus padres no habían conocido, para humillarte y probarte, y para finalmente hacerte bien. 17 No sea que digas en tu corazón: “Mi poder y la fuerza de mi mano me han producido esta riqueza”. 18 Pero acuérdate del SEÑOR tu Dios, porque Él es el que te da poder para hacer riquezas, a fin de confirmar Su pacto, el cual juró a tus padres como en este día.
19 »Pero sucederá que si alguna vez te olvidas del SEÑOR tu Dios, y vas en pos de otros dioses, y los sirves y los adoras, yo testifico contra ustedes hoy, que ciertamente perecerán. 20 Como las naciones que el SEÑOR destruye delante de ustedes, así perecerán ustedes, porque no oyeron la voz del SEÑOR su Dios.

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Salmo 91
LIBRO CUARTO
Seguridad del que confía en el SEÑOR

91 El que habita al amparo del Altísimo Morará a la sombra del Omnipotente. Diré yo al SEÑOR: «Refugio mío y fortaleza mía, Mi Dios, en quien confío». Porque Él te libra del lazo del cazador Y de la pestilencia mortal. Con Sus plumas te cubre, Y bajo Sus alas hallas refugio; Escudo y baluarte es Su fidelidad.
No temerás el terror de la noche, Ni la flecha que vuela de día, Ni la pestilencia que anda en tinieblas, Ni la destrucción que hace estragos en medio del día. Aunque caigan mil a tu lado Y diez mil a tu diestra, A ti no se acercará. Con tus ojos mirarás Y verás la paga de los impíos. Porque has puesto al SEÑOR, que es mi refugio, Al Altísimo, por tu habitación. 10 No te sucederá ningún mal, Ni plaga se acercará a tu morada.
11 Pues Él dará órdenes a Sus ángeles acerca de ti, Para que te guarden en todos tus caminos. 12 En sus manos te llevarán, Para que tu pie no tropiece en piedra. 13 Sobre el león y la cobra pisarás; Pisotearás al cachorro de león y a la serpiente.
14 «Porque en Mí ha puesto su amor, Yo entonces lo libraré; Lo exaltaré, porque ha conocido Mi nombre. 15 Me invocará, y le responderé; Yo estaré con él en la angustia; Lo rescataré y lo honraré; 16 Lo saciaré de larga vida, Y le haré ver Mi salvación».

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Isaías 36
Invasión de Senaquerib

36 Y aconteció que en el año catorce del rey Ezequías, subió Senaquerib, rey de Asiria, contra todas las ciudades fortificadas de Judá, y las tomó. El rey de Asiria envió desde Laquis a Jerusalén, al Rabsaces con un gran ejército, contra el rey Ezequías. Y se colocó junto al acueducto del estanque superior que está en la calzada del campo del Batanero. Entonces Eliaquim, hijo de Hilcías, mayordomo de la casa real, el escriba Sebna y el cronista Joa, hijo de Asaf, salieron a recibirlo.
Y el Rabsaces les dijo: «Digan ahora a Ezequías: “Así dice el gran rey, el rey de Asiria: ‘¿Qué confianza es esta que tú tienes? Yo digo: “Tu consejo y poderío para la guerra solo son palabras vacías”. Ahora pues, ¿en quién confías que te has rebelado contra mí? Yo sé que tú confías en el báculo de esta caña quebrada, es decir, en Egipto, en el cual, si un hombre se apoya, penetrará en su mano y la traspasará. Así es Faraón, rey de Egipto, para todos los que confían en él. Pero si me dicen: “Nosotros confiamos en el SEÑOR nuestro Dios”, ¿no es Él aquel cuyos lugares altos y cuyos altares Ezequías ha quitado y ha dicho a Judá y a Jerusalén: “Adoren delante de este altar”?
’Ahora pues, te ruego que llegues a un acuerdo con mi señor el rey de Asiria, y yo te daré 2,000 caballos, si por tu parte puedes poner jinetes sobre ellos. ¿Cómo, pues, puedes rechazar a un oficial de los menores de los siervos de mi señor, y confiar en Egipto para tener carros y hombres de a caballo? 10 ¿He subido ahora sin el consentimiento del SEÑOR contra esta tierra para destruirla? El SEÑOR me dijo: “Sube contra esta tierra y destrúyela”’”».
11 Entonces Eliaquim, Sebna y Joa dijeron al Rabsaces: «Le rogamos que usted hable a sus siervos en arameo porque nosotros lo entendemos, y no nos hable en la lengua de Judá a oídos del pueblo que está sobre la muralla». 12 Pero el Rabsaces dijo: «¿Acaso me ha enviado mi señor para hablar estas palabras solo a tu señor y a ti, y no a los hombres que están sentados en la muralla, condenados a comer sus propios excrementos y a beber su propia orina con ustedes?».
13 El Rabsaces se puso en pie, gritó a gran voz en la lengua de Judá: «Escuchen las palabras del gran rey, el rey de Asiria. 14 Así dice el rey: “Que no los engañe Ezequías, porque él no los podrá librar. 15 Que tampoco Ezequías los haga confiar en el SEÑOR, diciendo: ‘Ciertamente el SEÑOR nos librará, y esta ciudad no será entregada en manos del rey de Asiria’. 16 No escuchen a Ezequías”, porque así dice el rey de Asiria: “Hagan la paz conmigo y salgan a mí, y coma cada uno de su vid y cada uno de su higuera, y beba cada cual de las aguas de su cisterna, 17 hasta que yo venga y los lleve a una tierra como su tierra, tierra de grano y de vino nuevo, tierra de pan y de viñas. 18 Cuidado, no sea que Ezequías los engañe, diciendo: ‘El SEÑOR nos librará’. ¿Acaso alguno de los dioses de las naciones ha librado su tierra de la mano del rey de Asiria? 19 ¿Dónde están los dioses de Hamat y de Arfad? ¿Dónde están los dioses de Sefarvaim? ¿Cuándo han librado ellos a Samaria de mi mano? 20 ¿Quiénes de entre todos los dioses de estas tierras han librado su tierra de mi mano, para que el SEÑOR libre a Jerusalén de mi mano?”».
21 Pero ellos se quedaron callados y no le respondieron palabra alguna; porque el rey había dado un mandato al pueblo diciéndole: «No le respondan». 22 Entonces Eliaquim, hijo de Hilcías, mayordomo de la casa real, el escriba Sebna y el cronista Joa, hijo de Asaf, fueron a Ezequías con sus vestidos rasgados, y le relataron las palabras del Rabsaces.

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Apocalipsis 6
Los primeros cuatro sellos
6 Entonces vi cuando el Cordero abrió uno de los siete sellos, y oí a uno de los cuatro seres vivientes que decía, como con voz de trueno: «Ven». Miré, y había un caballo blanco. El que estaba montado en él tenía un arco. Se le dio una corona, y salió conquistando y para conquistar.
Cuando el Cordero abrió el segundo sello, oí al segundo ser viviente que decía: «Ven». Entonces salió otro caballo, rojo. Al que estaba montado en él se le concedió quitar la paz de la tierra y que los hombres se mataran unos a otros; y se le dio una gran espada.
Cuando el Cordero abrió el tercer sello, oí al tercer ser viviente que decía: «Ven». Y miré, y había un caballo negro. El que estaba montado en él tenía una balanza en la mano. Y oí como una voz en medio de los cuatro seres vivientes que decía: «Un litro de trigo por un denario, y tres litros de cebada por un denario, y no dañes el aceite y el vino».
Cuando el Cordero abrió el cuarto sello, oí la voz del cuarto ser viviente que decía: «Ven». Y miré, y había un caballo amarillento. El que estaba montado en él se llamaba Muerte, y el Hades lo seguía. Y se les dio autoridad sobre la cuarta parte de la tierra, para matar con espada, con hambre, con pestilencia y con las fieras de la tierra.

El quinto sello

Cuando el Cordero abrió el quinto sello, vi debajo del altar las almas de los que habían sido muertos a causa de la palabra de Dios y del testimonio que habían mantenido. 10 Clamaban a gran voz: «¿Hasta cuándo, oh Señor santo y verdadero, esperarás para juzgar y vengar nuestra sangre de los que moran en la tierra?». 11 Y se les dio a cada uno de ellos una vestidura blanca, y se les dijo que descansaran un poco más de tiempo, hasta que se completara también el número de sus consiervos y de sus hermanos que habrían de ser muertos como ellos lo habían sido.

El sexto sello

12 Vi cuando el Cordero abrió el sexto sello, y hubo un gran terremoto, y el sol se puso negro como cilicio hecho de cerda, y toda la luna se volvió como sangre, 13 y las estrellas del cielo cayeron a la tierra, como la higuera deja caer sus higos verdes al ser sacudida por un fuerte viento. 14 El cielo desapareció como un pergamino que se enrolla, y todo monte e isla fueron removidos de su lugar.
15 Los reyes de la tierra, y los grandes, los comandantes, los ricos, los poderosos, y todo siervo y todo libre, se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes, 16 y decían* a los montes y a las peñas: «Caigan sobre nosotros y escóndannos de la presencia de Aquel que está sentado en el trono y de la ira del Cordero. 17 Porque ha llegado el gran día de la ira de ellos, ¿y quién podrá sostenerse?».

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