Vida Cristiana

Pensemos bíblicamente sobre la neurodivergencia

Las palabras «neurodivergencia» y «neurodiversidad» se acuñaron en los años noventas para describir una categoría de diferencias cerebrales sin el estigma de los diagnósticos. Hoy el Diccionario Oxford define la neurodiversidad como «la gama de diferencias en la función cerebral individual y los rasgos de comportamiento, considerados parte de la variación normal en la población humana». Alguien que es neurológicamente diferente de lo que se considera común puede describirse como «neurodivergente», en contraste con alguien que es «neurotípico».

La neurodivergencia es un marco social más que un término jurídico o médico. Esta palabra, adoptada con más entusiasmo por quienes se encuentran en los extremos de mayor funcionamiento de los espectros del autismo y el TDAH, ofrece un sentimiento de pertenencia y comunidad a la luz de las luchas de cada uno por relacionarse con compañeros neurotípicos. Integrado en unas normas sociales y culturales en constante cambio, el paradigma de la neurodiversidad existe en un vasto continuo que abarca todas las diferencias y etiquetas cerebrales, incluida la de «neurotípico».

El concepto de neurodivergencia podría considerarse el intento de nuestra cultura de dar sentido a la complejidad y diversidad del diseño divino de la mente humana. En sus epístolas, Pablo ruega a los creyentes que no discutan sobre palabras. Supongo que nos animaría a usar los términos cuando sean útiles para la vida, la piedad o el amor al prójimo, y a desecharlos si hacen tropezar a alguien, excusan el pecado voluntario o distorsionan el evangelio.

Entonces, ¿cómo podemos pensar bíblicamente sobre la neurodivergencia sin abrazar o abandonar por completo el sistema de nuestra cultura para analizar y categorizar el comportamiento humano? ¿Cómo podría esto ayudarnos a amar a nuestros hermanos y hermanas cuyos pensamientos, comportamientos o emociones son muy diferentes de los nuestros?

1. Abraza la diversidad como una idea de Dios.

La diversidad no es un ideal progresista estadounidense del siglo XXI. La diversidad masculina y femenina, racial y étnica, e incluso los conceptos de biodiversidad y neurodiversidad comienzan en el Génesis y se extienden por toda la Escritura. Los autores y personajes bíblicos representan una amplia gama de orígenes, personalidades, fortalezas y debilidades, incluyendo diferencias que nuestra generación probablemente etiquetaría como «trastornos» o «discapacidades».

Las Escrituras afirman explícitamente que a los creyentes se les otorgan diversos dones, servicios, actividades, expresiones, fortalezas, debilidades y necesidades con un propósito determinado para el bien común (1 Co 12:4-7).

Aquellos con dones y limitaciones que no encajan fácilmente en nuestros sistemas eclesiales culturalmente establecidos no están excluidos del diseño perfecto de Dios para la unidad en la diversidad dentro del cuerpo de Cristo.

2. Reconoce la complejidad de las almas encarnadas.

Proverbios 20:5 dice que el propósito del corazón del hombre es como las aguas profundas. Si no somos conscientes de las motivaciones invisibles, los puntos fuertes y las luchas a las que todos nos enfrentamos, haremos preguntas que pueden revelar suposiciones dañinas y conclusiones erróneas:

  • ¿Por qué mi hijo camina en círculos hablando solo o se sienta solo a la hora de comer? ¿Es que simplemente es raro?
  • ¿El niño con malas notas es simplemente perezoso?
  • ¿Por qué el ciego es ciego y el cojo es cojo?
  • ¿Qué vio Dios en David que nadie más vio, incluida su familia?
  • ¿Cuál era el aguijón invisible de Pablo que le causaba tanta agitación y angustia?

Todo el mundo tiene sistemas para clasificar a las personas y los comportamientos basados en percepciones, experiencias y tendencias naturales. La Escritura lo dice de esta manera: «Dios no ve como el hombre ve, pues el hombre mira la apariencia exterior, pero el SEÑOR mira el corazón» (1 S 16:7). Como en el océano, en una persona siempre hay mucho más de lo que se ve en la superficie.

3. Distinguir entre caída y pecaminosidad.

Es fácil confundir el quebrantamiento o la debilidad con el pecado.

Las crisis autistas y la impulsividad del TDAH suelen estar relacionadas con la desregulación y no con el pecado intencionado. Los individuos pueden ciertamente causar o hacer el mal en esos estados, pero es importante nombrar correctamente lo que está sucediendo. Necesitamos perdón por nuestro pecado y rebelión a través del arrepentimiento. Las malas notas, las rabietas, la desorganización, los comentarios inapropiados, los conflictos relacionales y la irresponsabilidad pueden deberse al pecado voluntario, pero también pueden deberse a la limitación o caída humana.

No hay esperanza, sanidad o consuelo en arrepentirse de algo que no es pecado, así como no hay perdón del pecado sin arrepentimiento. C. S. Lewis lo dijo de esta manera:

El mal material psicológico no es pecado, sino una enfermedad. No necesita arrepentimiento, sino ser curado… Algunos de nosotros que parecemos buenas personas podemos, de hecho, haber hecho tan poco uso de una buena herencia y una buena educación que somos realmente peores que aquellos a quienes consideramos demonios.

Aunque discernir la diferencia entre la condición caída y la pecaminosidad es tan complejo como cada uno de los diversos corazones y mentes humanas, el simple hecho de reconocer nuestra limitada comprensión nos hace crecer en compasión y curiosidad hacia nosotros mismos y hacia los demás. La compleja verdad es que las luchas a menudo existen simultáneamente en las arenas del pecado y del sufrimiento.

Mi hijo profundamente dotado de 19 años tiene continuas dificultades con las habilidades sociales, los problemas sensoriales y muchas tareas básicas de la vida, a pesar de su genio matemático y su capacidad para publicar cuatro artículos sobre la iniciación del cáncer y el transporte de proteínas motoras en revistas científicas antes de cumplir 18 años. Ser su madre es una de mis mayores alegrías y uno de mis mayores retos. He llegado a aceptar sus limitaciones y dones únicos como un designio de Dios para él y para nuestra familia, pero para él sigue siendo difícil aceptar su mente compleja como un don en lugar de una maldición.

Al igual que muchas personas atípicas del espectro de la neurodiversidad, lucha contra la vergüenza y los sentimientos de fracaso, inadaptabilidad e inferioridad. A menudo es difícil (incluso para él) saber cuándo sus comportamientos son pecado deliberado y cuándo están relacionados con sus limitaciones únicas. Las motivaciones, las intuiciones y los comportamientos humanos típicos le resultan a menudo tan crípticos como me resultan a mí sus ecuaciones matemáticas favoritas. Los matices, las reglas sociales tácitas y las normas culturales se le escapan por completo. Cuanto mayor se hace, más anhela pertenecer a una comunidad genuina, aunque su sensación de aislamiento sea cada vez mayor.

Le pedí ayuda para responder a la siguiente pregunta: ¿Cómo podemos amarnos bien los que nos encontramos en distintos extremos del continuo de la neurodiversidad?

Ama bien al neurodivergente

1. No hagas suposiciones.

Cuando los demás te sorprendan, te molesten o incluso te ofendan, lucha contra la tendencia a juzgar y retirarte. Invita activamente a la conversación y a la relación y muéstrate dispuesto a ofrecer expectativas y límites claros.

Si te sientes incómodo, sé sincero. Si habla demasiado, demasiado cerca o demasiado alto, díselo. Define tus términos. Di lo que es obvio. Enseña las reglas implícitas. Si te avergüenza, no te burles, ni te apartes, ni le des pistas sutiles sobre tu incomodidad. Te lo prometo, tus amigos neurodivergentes quieren saber y se sentirán amados, en lugar de heridos, por la honestidad sin rodeos y la franqueza.

Es antinatural e incómodo oponerse a nuestras intuiciones sociales automáticas o acercarnos a otras personas a las que no entendemos. Pero dice mucho del amor entrar voluntariamente en la misma incomodidad antinatural a la que muchos hermanos y hermanas neurodivergentes se enfrentan todo el tiempo en entornos sociales.

2. Busca conocer y comprender.

En caso de confusión, sigue optando por la curiosidad y la compasión. Haz preguntas reflexivas. ¿Está sola? Ve a saludarla. Puede que esté contenta con sus propios pensamientos, pero es igual de probable que quiera ser incluida, pero no sepa cómo. Si te das cuenta y la buscas, estarás utilizando tus dones para amar a los demás y reflejar a un Dios personal que nos ve, nos conoce y nos sigue buscando.

3. Que tu amor sea genuino.

Nadie quiere ser tolerado o sentirse como un elemento más en tu lista de tareas de justicia. En 1 Corintios 12 se dice que hay que mostrar más honor y dignidad, no lástima, a los miembros más débiles. Aunque los hermanos y hermanas neurodivergentes puedan tener debilidades más visibles, Dios es quien ha dispuesto el cuerpo con muchas partes, cada una necesaria e indispensable.

Ser vulnerable y permitir que te conozcan mientras intentas conocer a otra persona diferente a ti normaliza la debilidad y fomenta la unidad y el afecto fraternal. Después de todo, hemos sido diseñados con un propósito, el bien común, para que juntos reflejemos la plenitud de la gloria de Dios, incluso cuando Su poder se perfecciona en nuestras debilidades.

Ama bien a los demás cuando  eres neurodivergente

1. No retengas tus dones.

A veces expresamos amor dando espacio a los demás, mientras que otras veces expresamos amor estando dispuestos a ocupar espacio. Esto no significa que tengamos permiso para insistir en hacer las cosas a nuestra manera, dominar una conversación o llamar la atención a propósito en nombre de la neurodiversidad. Si esa es tu tendencia, es bueno tener en cuenta cómo afectan estos comportamientos a los demás y practicar la participación de manera que todos se sientan seguros, vistos y amados

Si tiendes a encerrarte en ti mismo, demuestra tu amor estando dispuesto a participar en conversaciones y eventos sociales a pesar de saber que será incómodo, confuso y que posiblemente te hará sentir incómodo o avergonzado. Acepta las invitaciones, preséntate y esfuérzate por entablar relaciones recíprocas con amor. Tus dones son indispensables para el cuerpo.

2. No dejes que la debilidad te defina.

Todos somos propensos a definirnos a nosotros mismos y a juzgar a los demás en función de nuestros puntos fuertes y débiles, y a moralizar los talentos y limitaciones que Dios nos ha dado. Tener dones y talentos más visibles nos tienta a creer que elegimos cómo se diseñaron nuestras mentes y cuerpos, lo que nos lleva a pensar demasiado bien de nosotros mismos. Las limitaciones y debilidades más visibles nos tientan a despreciar el diseño perfecto de Dios, lo que nos lleva al desprecio de nosotros mismos, a la vergüenza y a pensar demasiado bajo de nosotros mismos.

Vernos a nosotros mismos y a los demás correctamente, a través de los ojos de nuestro Creador que nos hizo diversos a propósito, crea el tipo de interdependencia, cuidado mutuo, florecimiento, pertenencia y unidad que se describe en 1 Corintios 12. Cuando no permitimos que nada más que el evangelio nos defina, nos liberamos de la vergüenza o el orgullo que nos impiden amar a los demás practicando la vulnerabilidad, asumiendo riesgos sociales, pidiendo ayuda o enmendando nuestros errores cuando fallamos.

Amor práctico

En 1 Corintios 12 todos somos llamados a usar las fortalezas y debilidades que Dios nos ha dado para el bien de los demás. El capítulo que sigue, comúnmente llamado el «capítulo del amor», comienza señalando la inutilidad de cualquier don singularmente poderoso sin amor.

A quienes pueden cautivar e hipnotizar a una sala con su perspicacia verbal —pero carecen de amor— se les llama címbalos ruidosos o címbalos que retiñen. Las habilidades sociales sin amor carecen de valor. Del mismo modo, se dice que los genios matemáticos que comprenden todos los misterios y conocimientos no son nada si no tienen amor (1 Co 13:1-2).

Todos estamos llamados a amar, independientemente de nuestra neurodiversidad, incluso cuando no nos resulta natural o cómodo. Al fin y al cabo, no son nuestros dones o limitaciones los que nos hacen valiosos. Es nuestro amor por los demás.


Publicado originalmente en The Gospel CoalitionTraducido por Eduardo Fergusson.

Laura Spaulding tiene cuatro hijos y comparte su experiencia como madre en su blog. Ha servido junto a su esposo en el ministerio de la iglesia durante más de dos décadas y está terminando su maestría en consejería en el Seminario Teológico Westminster. Trabaja medio tiempo como consultora educativa y redactora para una escuela de necesidades especiales en Houston, Texas.

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