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¿Jesús salvó a todos los que sanó físicamente?

Es posible que algunos crean firmemente que Jesús salvó a cada persona que sanó durante Su ministerio en la tierra. Sin embargo, para determinar si esto fue así, es importante que nos detengamos a reflexionar en algunas historias que los evangelios relatan sobre las sanaciones que Jesús obró.

Antes de entrar en los detalles, es importante que nos preguntemos: ¿Con qué propósito Jesús sanó a los enfermos? ¿El Señor sanó a los que sufrían para expresarles Su gracia y bondad? Claro que sí, pero también estaba cumpliendo una profecía que había sido anunciada por el profeta Isaías:

Entonces se abrirán los ojos de los ciegos,
Y los oídos de los sordos se destaparán.
El cojo entonces saltará como un ciervo,
Y la lengua del mudo gritará de júbilo (Is 35:5-6a; cp. Mt 11:2-6).

¿Por qué era relevante que Jesús sanara enfermos? Porque confirmaba que Él era el Mesías esperado por el pueblo de Dios. De hecho, cuando Juan el Bautista «mandó por medio de sus discípulos a decir a Jesús: “¿Eres Tú el que ha de venir, o esperaremos a otro?”» (Mt 11:2-3), la respuesta de nuestro Señor no fue otra que afirmar que lo que Isaías profetizó se estaba cumpliendo (Mt 11:4-6; cp. Lc 7:22-23). Por lo tanto, uno de los propósitos principales de las sanidades físicas que Jesús efectuó fue revelar que Él era el Mesías que los profetas anticiparon.

Habiendo aclarado esto, debemos reconocer que en efecto algunas personas recibieron el beneficio de la salvación además de ser sanados (p. ej., Lc 8:48Mr 10:52). No obstante, hay una historia en la Biblia que ilustra muy bien cómo la sanidad física no siempre estaba asociada a la salvación de la persona.

Me refiero a la historia en la que Jesús sanó a diez leprosos.

Mientras Jesús iba camino a Jerusalén, le salieron al encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a distancia, y gritaron: «¡Jesús, Maestro! ¡Ten misericordia de nosotros!». Cuando Él los vio, les dijo: «Vayan y muéstrense a los sacerdotes». Mientras iban, quedaron limpios. Entonces uno de ellos volvió glorificando a Dios en alta voz. Cayó a los pies de Jesús, y le dio gracias; y este era samaritano. Jesús le preguntó: «¿No fueron diez los que quedaron limpios? Y los otros nueve, ¿dónde están? ¿No hubo ninguno que regresara a dar gloria a Dios, excepto este extranjero?». Entonces le dijo: «Levántate y vete; tu fe te ha sanado» (Lc 17:11-19).

Imagina el gran ánimo que sintieron los diez compañeros de aflicción al ver cómo sus cuerpos eran restaurados mientras caminaban hacia los sacerdotes. Sin embargo, solo uno de ellos tuvo una reacción diferente: dio la vuelta y regresó alabando a Dios por lo que había sucedido en él.

Jesús señaló que los otros nueve ni siquiera volvieron, y al que volvió le declaró: «Tu fe te ha sanado». El leproso reconoce a Jesús como Dios cuando cae a Sus pies, manifestando con su postura que reconocía delante de quién estaba. Podemos deducir que la sanidad que este hombre había experimentado iba más allá de simplemente estar limpio físicamente, como el resto de sus compañeros. Jesús pudo decirle: «Levántate y vete; has sido sanado». Pero en cambio le dice: «Levántate y vete; tu fe te ha sanado» (énfasis añadido). Sabemos también que la fe solo la produce Dios y esta es una expresión de haber sido salvados por Él (Ef 2:8-10).

Un detalle que vale la pena notar es que la palabra griega que Lucas utiliza para «sanado» también se puede traducir como «salvado». De hecho, algunas versiones de la Biblia traducen esta parte así: «Levántate, vete; tu fe te ha salvado» (p. ej., RVA 2015; RVC; La Palabra Hispanoamérica). Es posible argumentar que Lucas está afirmando que la sanidad de este hombre, a diferencia del resto, implica un bienestar no solo de su cuerpo, sino también de su alma.

Otra de las personas que recibieron sanidad física, y a quien Jesús a su vez le afirma su salvación, es la mujer con flujo de sangre: «Hija, tu fe te ha sanado; vete en paz» (Lc 8:48). Lo mismo sucede con Bartimeo, quien reconoce a Jesús como el Mesías esperado y recibe sanidad con estas palabras: «Vete, tu fe te ha sanado» (Mr 10:52). En estos casos las personas pusieron su fe en Jesús.

¿Jesús salvó a todos los que sanó físicamente? El testimonio de la Biblia indica que no. Los nueve leprosos son un ejemplo claro. ¿Pudieron ser salvos más adelante? Quizás, pero no lo sabemos. El objetivo de Jesús al manifestar Su poder sanador era revelar quién era Él: el Mesías prometido que tenía un propósito mayor que sanar físicamente.

Que eso además sea una expresión de la gracia de Dios para quienes son Sus enemigos, solo reafirma el carácter misericordioso de un Dios que en lugar de destruirnos, nos sana de nuestras enfermedades físicas cuando en Su soberana voluntad así lo desea y, si hemos hallado Su gran misericordia, entonces también nos salva.


María José Rivera estudió comunicaciones y tiene un maestría en marketing y gestión comercial. Es graduada del Instituto Integridad y Sabiduría y cursa una maestría en el Southern Baptist Theological Seminary. También estudia en el Instituto Reforma de Guatemala. Tiene una compañía de adiestramiento canino y otra de alimentos saludables para perros. Produce material cristiano para las redes sociales y también traduce y hace doblaje de libros y autores cristianos. Es miembro de la Iglesia IBC en Lima, Perú. Está casada con Alonso y tiene dos hijos, Aitana y Salvador. Puedes seguirla en Instagram: @riveramajose.

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