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Alistair Begg: Reflexiones pastorales sobre una controversia reciente

En estos días circula en Internet una controversia sobre el consejo que el reconocido pastor Alistair Begg dio a una abuela, cuando ella le preguntó si como creyente podía asistir o no a la «boda» de su nieto que se identifica como LBGTQ.

El consejo de Begg, quien se opone al matrimonio LGBTQ, fue que ella asistiera y llevara un regalo, y que así mostraría amor por su nieto incluso si no aprobaba la boda.

En este artículo deseo compartir varias ideas en las que he estado meditando para la ayuda y edificación de la iglesia, sobre la polémica en torno a estas declaraciones. Escribí esto en primer lugar porque muchos miembros de mi iglesia local escuchamos con regularidad la enseñanza de Begg, así que entendí que como pastor debía ofrecer algunas palabras de reflexión sobre esta controversia.

Un error con graves implicaciones

En los últimos dos años, ningún pastor ha bendecido mi vida tanto como Begg. Mi esposa y yo escuchamos casi a diario sus predicaciones. Su claridad y fidelidad teológicas nos han edificado. Además, somos ministrados por su corazón pastoral y predicación accesible.

Begg siempre ha sido valiente en defender la verdad.
Sin embargo, luego de ver un video en el que Begg comparte con su iglesia las razones por las cuales no se arrepiente de dar su consejo controversial, me parece evidente que Begg está en un error de aplicación de la verdad bíblica.

Considero que este no es un error liviano. Se trata de algo que espero que el Espíritu Santo le permita ver. A continuación explicaré por qué creo que fue un consejo equivocado que conlleva pecado.

"Somos personas caídas y con limitaciones a la hora de discernir en las situaciones difíciles de la vida"

He podido observar que en ocasiones algunos pastores al final de sus ministerios cometen errores por la aplicación de la compasión de una forma no bíblica. Billy Graham y John Stott, entre otros, hicieron afirmaciones erróneas al final de sus vidas.

Esto me recuerda que somos personas caídas y con limitaciones a la hora de discernir en las situaciones difíciles de la vida. Los años nos llevan a ser más empáticos, pero tenemos que ser cuidadosos de no cruzar la línea en cuanto a principios cruciales de la fe.

En sus declaraciones a la iglesia, Begg comenta que su consejo fue el de un abuelo y que su única preocupación fue ayudar a mantener la relación entre un nieto y una abuela. Desde mi perspectiva, pienso que aquí está el problema de Begg: hay otras implicaciones mayores y de mayor urgencia ética y teológica que no tomó en cuenta. Implicaciones como la gloria de Dios, el significado de una ceremonia de matrimonio y el testimonio público de un creyente.

Las bodas no son meramente sociales, son sagradas.

Una boda es un acto sagrado, por lo que, en el caso de una «boda» LGBTQ, está siendo profanado. Entiendo que los creyentes podemos tener diferencias sobre cómo relacionarnos con familiares inconversos, pues eso es un asunto de conciencia. Pero pienso que es pecado participar de una boda que no sea entre un hombre y una mujer, debido a lo que implica la asistencia a una boda así.

Randy Alcorn aclara las cosas cuando escribe:

Cuando asistes a la fiesta de cumpleaños de una persona gay, ¿no estás celebrando su cumpleaños? Eso está bien. Cuando invitas a tu amigo gay o lesbiana a cenar, estás celebrando la amistad y la vida, sin ningún problema. Cuando brindas por la buena salud, excelente. Pero cuando alzas tu copa y brindas por una boda que estás convencido de que deshonra a Dios, o que ni siquiera es una verdadera boda, ¿no es eso radicalmente diferente?

El problema con asistir a una boda gay es que una boda no es tan solo una fiesta más. Es un acto en donde se entiende que todos los asistentes participan al aprobar lo que está sucediendo. Por eso en las bodas antes se hacía la pregunta de si alguien se oponía a la unión.

Si ibas a una boda y no te oponías, la estabas aprobando porque una boda es un acto de comunidad, y no se trata únicamente de dos personas haciendo un acto individual donde los asistentes solo observan pasivamente.

Ahora bien, para que una boda sea un acto sagrado no tiene que ser oficiada necesariamente por un pastor. Dios delega autoridad a personas en este mundo para representarlo en este acto de gracia común (cp. Ro 13), donde un hombre y una mujer afirman la unión sagrada que Dios instituyó antes de la caída para que Su creación fuera fructífera (Gn 1-2).

Por lo tanto, podemos decir que una «boda gay» blasfema este acto sagrado e instituido por Dios.

Hay otras actividades que podemos compartir con personas LGBTQ (como comer o tomar un café) y que no son actividades que van necesariamente en contra del diseño de Dios, a diferencia de lo que sucede con un acto diseñado y consagrado por Él antes de que el pecado entrara al mundo. Así como no iríamos a un culto de adoración distorsionado y que se mofa de Dios, en un lugar que está diseñado para encontrarnos Su presencia manifiesta, como lo es una iglesia, tampoco deberíamos ir a un lugar donde se aprueba que Su diseño para el matrimonio sea blasfemado.

Además de obviar el propósito de una boda, pienso que Begg pudo haber errado en aspectos de sabiduría y orden pastoral y eclesiástico, en el caso de que esta anciana no asistiera a su misma iglesia, pues creo que estos asuntos de conciencia se deberían resolver en la iglesia local. No sabemos si Begg es su pastor o no, pero si no lo es, considero que debió aconsejar a esta abuela a hablar directamente con sus pastores.

Más aún, al mencionar su consejo en público, aumentó las implicaciones del mismo debido al gran número de personas que son alcanzadas por su ministerio.

Además, Begg comunica que hay distinción entre corrección y compasión y que prefiere ser identificado con un acto de compasión. Pero la verdad es que una corrección es un acto compasivo si se hace considerando el evangelio.

Adicionalmente, 1 Corintios 8-10 nos llama a velar por la conciencia de otros creyentes. Por eso creo que cuando Begg comunica este consejo en público, está tentando a posibles creyentes débiles a que tomen su postura para justificar actitudes erradas o pasiones desenfrenadas en sus vidas.

Miles de respuestas pecaminosas

Por último, en esta polémica es importante reconocer que Begg es un pastor con un ministerio público fuera de su iglesia local. Cuando participamos en ministerios de esa envergadura, tenemos que saber aceptar las críticas públicas. Además, no es pecaminoso corregir el error de un personaje público y con tanta influencia.

Eso es lo que busqué al escribir este artículo, al brindar una reflexión que ayude a otros a pensar mejor sobre esta controversia.

"Solo el evangelio nos permite corregir con amor al darnos cuenta de que nosotros también necesitamos corrección"

Sin embargo, tal vez lo más triste de la polémica es ver en las redes sociales tantas respuestas faltas de gracia. Respuestas que no reconocen el aporte de este hombre al ministerio del evangelio por tantos años. Aunque pensamos que cometió este error, no debemos cancelarlo o eliminar todas sus enseñanzas. Grandes teólogos del pasado, como Lutero y Calvino, hicieron afirmaciones erradas y tomaron algunas decisiones que luego han sido cuestionadas a la luz de una mejor reflexión.

Así que esta polémica me recuerda que nadie es infalible y que no debemos defender a nadie ciegamente. Pero tampoco debemos ser rápidos para rechazar completamente a un hombre con esta trayectoria y que ha demostrado durante décadas tanta valentía frente a la cultura.

Recordemos también que la palabra, el tono y la actitud son muy importantes a la hora de señalar un error. La Biblia nos instruye a hacer nuestra defensa de la fe con mansedumbre y reverencia (1 P 3:15). Así que oremos que Dios nos ayude a no unirnos a Begg en su error y también que no caigamos en pecado con nuestras actitudes.

Tengamos cuidado de no aprovechar su error para tomar una ventaja injusta de la situación y mostrarnos como paladines de la ortodoxia.

Mi conclusión personal es que el consejo de Begg es errado, y creo que está cometiendo pecado en este momento, pero sigamos orando por él y velemos para que nosotros no pequemos de fariseos.

Solo el evangelio nos permite corregir con amor al darnos cuenta de que nosotros también necesitamos corrección.

José (Joselo) Mercado es miembro del concilio de Coalición por el Evangelio. Oriundo de Puerto Rico, renuncia a su carrera de consultoría en el año 2006 para ingresar al colegio de pastores de Sovereign Grace Ministries. Es el pastor principal de la Iglesia Gracia Soberana en Gaithersburg, Maryland. Joselo completó su Maestría en Artes en estudios teologícos en SBTS, y está casado con Kathy Mercado y es padre de Joey y Janelle. Puedes encontralo en Facebook y Twitter.

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