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¿Rechazaron los reformadores el libre albedrío?

Una exposición sobre el significado del libre albedrío para los reformadores.

Una de las mayores acusaciones hechas en contra de los reformadores es que fueron deterministas rígidos, es decir, que defendieron una postura teológica que despoja al ser humano de la responsabilidad de todos sus actos ante la soberanía de Dios.

Vale preguntarse: ¿Los reformadores realmente negaron el libre albedrío hasta el punto de anular la responsabilidad humana? La respuesta corta es no, por al menos dos razones que voy a desarrollar más adelante.

Sin embargo, primero quisiera aclarar que en la época de los reformadores el libre albedrío era considerado como un poder del que tanto se alardeaba y por el cual el ser humano «puede aplicarse en aquello que se refiere a la salvación eterna».1 En otras palabras, es la idea de que el ser humano tiene la capacidad, por su propia voluntad, de buscar las cosas celestiales como la salvación.

En el Concilio de Trento, que fue una respuesta de la Iglesia católica romana a los reformadores, se declaró:

Ellos [los seres humanos], que por sus pecados están alienados de Dios, pueden disponerse por medio de su gracia vivificadora y ayudadora, para convertirse a sí mismos a su propia justificación, asintiendo y cooperando libremente con dicha gracia.2

¿Las Escrituras respaldan esta conclusión del Concilio de Trento? En realidad no, y por eso es necesario saber que existen dos maneras en que se puede comprender el libre albedrío: primero, el ser humano no tiene libre albedrío en lo que respecta a su salvación; segundo,  tiene libre albedrío sobre asuntos cotidianos.

1) El ser humano no tiene libre albedrío en la salvación

Los reformadores rechazaron el «libre albedrío» entendido como la supuesta capacidad que los seres humanos tienen para elegir la salvación, puesto que concibieron tal idea como totalmente opuesta a las Escrituras (p. ej., la predestinaciónEf 1:3-7Hch 13:482 Ti 1:9; la elección de los creyentesEf 4:1-51 P 1:1-2; el llamamiento eficaz1 Co 1:22-25Ro 8:30). De hecho, Martín Lutero y Juan Calvino, dos de los reformadores más conocidos, se lamentaron del libre albedrío entendido en este sentido.

Existe el peligro de que al entender el libre albedrío de una manera absoluta muchos crean que el ser humano es señor absoluto de su razón y voluntad, lo que le permitiría buscar a Dios por iniciativa propia y en sus propias fuerzas. Se trata de una conclusión que ha servido como punto de partida para un orgullo desmesurado y ruinoso.3 Esto no se debe a la expresión en sí misma, sino a la interpretación errónea que algunos le dan.

Esta enseñanza de que los pecadores caídos tienen medios para cooperar libremente con la iniciativa misericordiosa de Dios en Cristo, o la capacidad de realizar buenas obras que constituyen una base parcial para la salvación, fue condenada con severidad por la teología de la Reforma.4 Los reformadores afirmaron la esclavitud de la voluntad porque creían que la Escritura la enseña y que la Escritura misma era su autoridad final (sola Scriptura).5

La Escritura es muy clara al respecto (Sal 14:1-3Ro 3:238:7-8). Además, el apóstol Pablo presentó dos ejemplos para explicar que la salvación no depende de las personas, sino de Dios: el primero tiene que ver con los hijos de Rebeca y el segundo con el Faraón (Ro 9:9-17). Debido a que el ser humano no tiene libre albedrío en la salvación, podemos concluir con Pablo que «Dios tiene misericordia, del que quiere y al que quiere endurece» (Ro 9:18).

Por otra parte, los reformadores creían y sostenían el libre albedrío en el estado edénico. Sin embargo, después de la caída, el ser humano es esclavo del pecado, hasta que Cristo lo libera.

2) El ser humano sí tiene libre albedrío en asuntos cotidianos

Ahora bien, la teología reformada no niega que exista un libre albedrío en el ser humano (dependiendo de cómo usemos el término). Los reformadores sostienen que la voluntad humana es libre para decidir sobre asuntos civiles o de la vida cotidiana. Veamos algunos ejemplos:

En su libro La esclavitud de la voluntad, Lutero afirmó lo siguiente:

Pero si nos disgusta excluir este término por completo (lo cual sería más seguro y religioso) podríamos, aun así, enseñar con buena conciencia, que debe utilizarse para referirse al libre albedrío que se le concede al hombre solo con respecto a aquello que está por debajo él y no con respecto a aquello que está por encima. Es decir, el hombre debe saber que en cuanto a sus bienes y posesiones tiene el derecho de usar, hacer y dejar de hacer de acuerdo a su libre albedrío… Pero en cuanto a Dios o a las cosas que conciernen a la salvación o la condenación, no tiene libre albedrío, sino que es un cautivo, esclavo y siervo, ya sea de la voluntad de Dios o la de Satanás.

El teólogo Pedro Mártir Vermigli señaló:

En su libertad, Adán cayó miserablemente… En consecuencia, afirmamos que, en lo que respecta al segundo estado, ya que estamos alienados de Cristo, conservamos muy poca libertad, ya que estamos sujetos a las necesidades de la naturaleza y, lo deseemos o no, estamos afectados por enfermedades y finalmente sometidos por la muerte. Sin embargo, hay un grado de libertad, en lo que respecta a las acciones civiles y morales, ya que estas caen dentro del conocimiento natural y no exceden los poderes de nuestra voluntad. Los poderes del hombre son bastante efectivos en esta esfera civil, al menos en lo que respecta a su juicio.

Los humanos, por otro lado, incluso aquellos que aún no han renacido, todavía conservan una buena cantidad de libertad, como hemos dicho, en lo que respecta a las acciones civiles y morales, aunque no pueden alcanzar las cosas que son agradables a Dios (On free will and the law [Sobre el libre albedrío y la ley] p. 32).

Rechazando el determinismo

En resumen, los reformadores no creyeron que el ser humano caído poseyera libre albedrío para buscar al Señor o para buscar la salvación. No obstante, creyeron que las acciones del hombre, incluyendo las civiles y de la vida cotidiana, eran libres y no dirigidas por un determinismo rígido, aunque todo es conforme a la voluntad soberana de Dios.

El hombre posee libertad, pero no en cuanto a su búsqueda de Dios, a menos que el Espíritu Santo lo alumbre en la oscuridad de su corazón (2 Co 4:3-6). Esta libertad, pues, es restaurada cuando el ser humano elegido nace de nuevo en Cristo, según Dios lo estableció en Su consejo y por el puro afecto de Su gracia antes de la fundación del mundo (Jn 8:36).


1. Martín Lutero, Las obras de Martín Lutero: La esclavitud de la voluntad (B&H Publishing Group, 2020), p. 124. 

2. Philip Schaff, The Creeds of Christendom: With a History and critical notes, vol. 2 (1985), p. 92. 

3. Juan Calvino, Institución de la religión cristiana (Libros Desafío, 2012), p. 192. 

4. Cornelis P. Venema, Fundamentos teológicos de la Reforma: Un análisis sistemático (Publicaciones Kerigma, 2018), p. 178. 

5. Ibíd., p. 327. 


Rafael Riveros sirve como director académico en el Instituto Bíblico Teología para la Vida y enseña en distintos seminarios de Latinoamérica y los Estados Unidos, y dirige el congreso anual para jóvenes «Expuestos». Él y su esposa Adriana viven en la Ciudad de México y son miembros de la Iglesia presbiteriana El Redentor, en la Ciudad de México, donde Rafael sirve en la enseñanza. Puedes seguirlo en twitter.

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