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01-06-2024

DEVOCIONAL

Devocional: Salmo 88

Lo que más llama la atención del Salmo 88 es que no hay alivio alguno. Hemán comienza el salmo clamando al Señor, dejando ver su desánimo de varias maneras, y lo acaba en el desespero y en la oscuridad. La mayoría de los salmos donde hay desespero y desánimo comienzan en la oscuridad, pero acaban no obstante en la luz. Este comienza en la oscuridad, y acaba en una oscuridad aun más densa. 

Cuando Hemán comienza su cántico, aunque proclama “el Dios de mi salvación” (por cierto el único rayo de luz en todo el salmo), observa, con lástima, que día y noche clama ante Dios (88:1). Se queja con franqueza que Dios no escucha su súplica (88:2, 14). No sólo está en dificultades, sino que se siente cerca de la muerte: “Tan colmado estoy de calamidades que mi vida está al borde del sepulcro” (88:3).

De hecho, Hemán insiste que los demás le están tratando como si estuviese acabado (88:4-5). La única explicación es que está bajo la ira de Dios: “El peso de tu enojo ha recaído sobre mí; me has abrumado con tus olas” (88:7; ver 88:16). Entre sus miserias cuenta la pérdida de sus amigos (88:8). 
Lo que es aún peor, Hemán está convencido que toda su vida ha vivido bajo la sombra de la muerte:

muy cerca he estado de la muerte” (88:15). ¿Tal vez sufría una terrible enfermedad crónica y progresiva? “Yo he sufrido desde mi juventud; muy cerca he estado de la muerte. Me has enviado terribles sufrimientos y ya no puedo más. Tu ira se ha descargado sobre mí; tus violentos ataques han acabado conmigo. Todo el día me rodean como un océano; me han cercado por completo. Me has quitado amigos y seres queridos; ahora sólo tengo amistad con las tinieblas” (88:15). 

Pero lo que colma la desesperación que se manifiesta desde el comienzo es la última línea. Hemán no sólo acusa a Dios de haberle quitado a sus compañeros y a sus seres más queridos, sino que, a fin de cuentas “ahora sólo tengo amistad con las tinieblas” (88:18). No Dios; las tinieblas. 

Uno de los pocos rasgos atractivos que tiene este salmo es su brutal honestidad. Nunca es aconsejable ser deshonesto con Dios, por supuesto; él sabe exactamente cuáles son nuestros pensamientos de todas maneras, y prefiere que nos desahoguemos de toda nuestra indignación, todo nuestro dolor y nuestras acusaciones que recibir exclamaciones falsas de adoración y júbilo. Por supuesto, es mucho mejor aprender a comprender, a reflexionar, y finalmente a aceptar su perspectiva. Pero en todo caso, la honestidad con Dios es siempre el camino de los sabios. 

Esto nos lleva a lo más importante que tiene este salmo. Los clamores y el dolor que se plasman aquí no tiene nada que ver con la rabia barata y poco reflexiva de los que usan sus períodos más oscuros para denunciar a Dios desde lejos, la crítica autocomplaciente del agnosticismo desdeñoso, o del ateísmo arrogante. Estos clamores en cambio interpelan a Dios de manera activa, conscientes de cuál es la única fuente de socorro.

Medite en una articulación de este principio en el Nuevo Testamento: Hebreos 13:17.

Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen I, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2013. Usado con permiso.
Devocional: Isaías 33
Si el Señor gobierna, una de las cosas que hace es destruir a los enemigos de su pueblo. En Isaías 33, se pronuncia el primer “ay”, no contra el errante pueblo de Dios (como en 28:1; 29:1, 15; 30:1; 31:1), sino contra el “destructor”, las hordas asirias. Estas son el “traidor” (33:1), sin duda porque aceptaron el desorbitado tributo (véase la meditación de ayer) y atacaron de todas formas. Sin embargo, el traidor será traicionado (33:1). Estas palabras probablemente se refieren al hecho de que Senaquerib, tras volver a casa, murió asesinado a manos de sus propios hijos (37:38).

En esta coyuntura, el pueblo de Dios clama por su ayuda: “Señor, ten compasión de nosotros; pues en ti esperamos” (33:2), un cambio de actitud tardío, desechando la insensibilidad que pusieron de manifiesto en los capítulos 29 y 30. Después de la increíble muerte de casi doscientos mil soldados asirios en 701 a. C., los ciudadanos de Jerusalén pudieron salir de la ciudad y obtener un enorme botín del campamento enemigo (33:4; 37:36).

Una vez más, el cuadro histórico se presenta en términos que anuncian el juicio final de las “naciones” (33:3, ¡en plural!) y la bienaventuranza definitiva de Sion (33:5-6; cp. 33:17-24). La “justicia” y la “rectitud” prevalecerán (33:5). El propio Dios “será la seguridad” para esos tiempos, “dará en abundancia salvación, sabiduría y conocimiento; el temor del Señor será tu tesoro” (33:6), mostrando cómo se solapan la literatura profética del Antiguo Testamento y la sapiencial (cp. Proverbios 1:7).

El resto de Isaías 33 se extiende en estos temas. El lamento de 33:7-9 pone de manifiesto que las estrategias de los gobernantes y diplomáticos debían fracasar antes de que las autoridades se volviesen hacia el Señor desesperadas. Ese es el momento en que el Todopoderoso se levanta (33:10).

Él mismo consumirá la paja. Incluso los enemigos que están “lejos” (33:13) oyen lo que él ha hecho. Si él es la clase de Dios que destruye a los pecadores, ¿no consumirá igualmente a los pecadores de Sion (33:14)? “¿Quién de nosotros puede habitar en el fuego consumidor? ¿Quién de nosotros puede habitar en la hoguera eterna?” (33:14). Por esta razón, la promesa de liberación del Señor es, al mismo tiempo también, un gran llamamiento al arrepentimiento (33:15-16).

Los últimos versículos (33:17-24) ofrecen una retrospectiva, un tiempo para reflexionar sobre la destrucción de todos los que aman el mal. Semejante juicio genera una época de paz y estabilidad (33:20), pero, sobre todo, es un tiempo para centrarse completamente en Dios. “Tus ojos verán al rey en su esplendor” (33:17); “Allí el Señor nos mostrará su poder” (33:21); porque “el Señor es nuestro guía; el Señor es nuestro gobernante. El Señor es nuestro rey: ¡Él nos salvará!” (33:22).

Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2016. Usado con permiso.
Deuteronomio 5
Los Diez Mandamientos
Entonces llamó Moisés a todo Israel y les dijo: «Oye, oh Israel, los estatutos y ordenanzas que hablo hoy a oídos de ustedes, para que los aprendan y pongan por obra. El Señor nuestro Dios hizo un pacto con nosotros en Horeb. No hizo el Señor este pacto con nuestros padres, sino con nosotros, con todos aquellos de nosotros que estamos vivos aquí hoy. Cara a cara el Señor habló con ustedes en el monte de en medio del fuego, mientras yo estaba en aquella ocasión entre el Señor y ustedes para declararles la palabra del Señor, porque temían a causa del fuego y no subieron al monte. Y Él dijo:
“Yo soy el Señor tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de la casa de servidumbre.
“No tendrás otros dioses delante de Mí.
“No te harás ningún ídolo, ni semejanza alguna de lo que está arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No los adorarás ni los servirás; porque Yo, el Señor tu Dios, soy Dios celoso, que castigo la iniquidad de los padres sobre los hijos, y sobre la tercera y la cuarta generación de los que me aborrecen, 10 pero que muestro misericordia a millares, a los que me aman y guardan

Mis mandamientos.

11 “No tomarás en vano el nombre del Señor tu Dios, porque el Señor no tendrá por inocente a quien tome Su nombre en vano.
12  “Guardarás el día de reposo para santificarlo, como el Señor tu Dios lo ha mandado. 13 Seis días trabajarás y harás todo tu trabajo, 14 mas el séptimo día es día de reposo para el Señor tu Dios; no harás en él ningún trabajo, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu buey, ni tu asno, ni ninguno de tus animales, ni el extranjero que está contigo, para que tu siervo y tu sierva también descansen como tú. 15 Acuérdate que fuiste esclavo en la tierra de Egipto, y que el Señor tu Dios te sacó de allí con mano fuerte y brazo extendido; por tanto, el Señor tu Dios te ha ordenado que guardes el día de reposo.
16 “Honra a tu padre y a tu madre, como el Señor tu Dios te ha mandado, para que tus días sean prolongados y te vaya bien en la tierra que el Señor tu Dios te da.
17 “No matarás.
18 “No cometerás adulterio.
19 “No hurtarás.
20 “No darás falso testimonio contra tu prójimo.
21 “No codiciarás la mujer de tu prójimo, y no desearás la casa de tu prójimo, ni su campo, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de tu prójimo”.
22 »Estas palabras habló el Señor a toda la asamblea de ustedes en el monte, de en medio del fuego, de la nube y de las densas tinieblas con una gran voz, y no añadió más. Y las escribió en dos tablas de piedra y me las dio. 23 Y cuando ustedes oyeron la voz de en medio de las tinieblas, mientras el monte ardía con fuego, se acercaron a mí, todos los jefes de sus tribus y sus ancianos, 24 y dijeron: “El Señor nuestro Dios nos ha mostrado Su gloria y Su grandeza, y hemos oído Su voz de en medio del fuego; hoy hemos visto que Dios habla con el hombre, y este aún vive. 25 Ahora pues, ¿por qué hemos de morir? Porque este gran fuego nos consumirá; si seguimos oyendo la voz del Señor nuestro Dios, entonces moriremos. 26 Porque, ¿qué hombre hay que haya oído la voz del Dios vivo hablando de en medio del fuego, como nosotros, y haya sobrevivido? 27 Acércate tú, y oye lo que el Señor nuestro Dios dice; entonces dinos todo lo que el Señor nuestro Dios te diga, y lo escucharemos y lo haremos”.
28 »El Señor oyó la voz de las palabras de ustedes cuando me hablaron y el Señor me dijo: “He oído la voz de las palabras de este pueblo, que ellos te han hablado. Han hecho bien en todo lo que han dicho. 29 ¡Oh, si ellos tuvieran tal corazón que me temieran, y guardaran siempre todos Mis mandamientos, para que les fuera bien a ellos y a sus hijos para siempre! 30 Ve y diles: ‘Vuelvan a sus tiendas’. 31 Pero tú, quédate aquí conmigo, para que Yo te diga todos los mandamientos, los estatutos y los decretos que les enseñarás, a fin de que los cumplan en la tierra que les doy en posesión”. 32 Así que cuiden de hacer tal como el Señor su Dios les ha mandado; no se desvíen a la derecha ni a la izquierda. 33 Anden en todo el camino que el Señor su Dios les ha mandado, a fin de que vivan y les vaya bien, y prolonguen sus días en la tierra que van a poseer.

Nueva Biblia de las Américas Copyright © 2005 por The Lockman Foundation, La Habra, California. Todos los derechos reservados. Para más información, visita www.exploranbla.com
Salmo 88
LIBRO SEGUNDO
Oración pidiendo ser salvo de la muerte
Cántico. Salmo de los hijos de Coré. Para el director del coro; sobre Mahalat Leannot. Masquil de Hemán el ezraíta.
88 Oh Señor, Dios de mi salvación, De día y de noche he clamado delante de Ti. Llegue mi oración a Tu presencia; Inclina Tu oído a mi clamor. Porque mi alma está llena de males, Y mi vida se ha acercado al Seol. Soy contado entre los que descienden a la fosa; He llegado a ser como hombre sin fuerza, Abandonado entre los muertos; Como los caídos a espada que yacen en el sepulcro, De quienes ya no te acuerdas, Y que han sido arrancados de Tu mano. Me has puesto en la fosa más profunda, En lugares tenebrosos, en las profundidades. Ha reposado sobre mí Tu furor, Y me has afligido con todas Tus olas. (Selah)
Has alejado de mí mis amistades, Me has hecho objeto de repugnancia para ellos; Encerrado estoy y no puedo salir. Han languidecido mis ojos a causa de la aflicción; Oh Señor, cada día te he invocado, He extendido mis manos hacia Ti.
10 ¿Harás maravillas a los muertos? ¿Se levantarán los muertos y te alabarán? (Selah) 11 ¿Se hablará de Tu misericordia en el sepulcro, Y de Tu fidelidad en el Abadón? 12 ¿Se darán a conocer Tus maravillas en las tinieblas, Y Tu justicia en la tierra del olvido?
13 Pero yo, a Ti pido auxilio, Señor, Y mi oración llega ante Ti por la mañana. 14 ¿Por qué, Señor, rechazas mi alma? ¿Por qué escondes de mí Tu rostro? 15 He estado afligido y a punto de morir desde mi juventud; Sufro Tus terrores, estoy abatido. 16 Sobre mí ha pasado Tu ardiente ira; Tus terrores me han destruido. 17 Me han rodeado como aguas todo el día; A una me han cercado. 18 Has alejado de mí al compañero y al amigo; Mis conocidos están en tinieblas.

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Isaías 33
Esperanza en el Señor

33¡Ay de ti que destruyes, Y no has sido destruido; Y de aquel que es traidor, cuando otros no actuaron con perfidia contra él! Cuando termines de destruir, serás destruido; Cuando acabes de actuar con perfidia, con perfidia actuarán contra ti. Oh Señor, ten piedad de nosotros; en Ti hemos esperado. Sé nuestra fortaleza cada mañana, También nuestra salvación en tiempo de angustia. Al estruendo del tumulto los pueblos huyen; Al levantarte Tú, las naciones se dispersan. Se recoge el botín como recoge la oruga, Se lanzan sobre él como se lanzan las langostas. Exaltado es el Señor, pues mora en lo alto; Ha llenado a Sión de derecho y de justicia. Él será la seguridad de tus tiempos, Abundancia de salvación, sabiduría y conocimiento; El temor del Señor es tu tesoro. Miren cómo sus valientes claman en las calles, Los mensajeros de paz lloran amargamente. Las calzadas están desiertas, el viajero ya no pasa. Ha quebrantado el pacto, ha despreciado las ciudades, No tiene en estima al hombre. La tierra está de duelo y desfallece, El Líbano está avergonzado y se marchita. Sarón es como una llanura desierta, Y pierden su follaje Basán y el Carmelo. 10 «Ahora me levantaré», dice el Señor, «Ahora seré exaltado, ahora seré ensalzado. 11 Ustedes concibieron hierba seca, darán a luz rastrojo; Mi aliento como fuego los consumirá. 12 Y los pueblos serán calcinados, Como espinos cortados que son quemados en el fuego.
13 »Oigan, los que están lejos, lo que he hecho; Y los que están cerca, reconozcan Mi poder». 14 Aterrados están los pecadores en Sión, El temblor se ha apoderado de los impíos. ¿Quién de nosotros habitará con el fuego consumidor? ¿Quién de nosotros habitará con las llamas eternas? 15 El que anda en justicia y habla con sinceridad, El que rehúsa la ganancia injusta, Y se sacude las manos para que no retengan soborno; El que se tapa los oídos para no oír del derramamiento de sangre, Y cierra los ojos para no ver el mal. 16 Ese morará en las alturas, En la peña inconmovible estará su refugio; Se le dará su pan, Tendrá segura su agua.
17 Tus ojos contemplarán al Rey en Su hermosura, Verán una tierra muy lejana. 18 Tu corazón meditará en el terror, y dirá: «¿Dónde está el que cuenta? ¿Dónde está el que pesa? ¿Dónde está el que cuenta las torres?». 19 No verás más al pueblo feroz, Pueblo de habla incomprensible, que nadie entiende, De lengua tartamuda, que nadie comprende. 20 Contempla a Sión, ciudad de nuestras fiestas señaladas. Tus ojos verán a Jerusalén, morada de quietud, Tienda que no será plegada, Cuyas estacas no serán arrancadas nunca más, Ni rotas ninguna de sus cuerdas. 21 Porque allí, el Majestuoso, el Señor, será para nosotros Lugar de ríos y de anchos canales, Por donde no andará embarcación de remos, Ni nave potente por él pasará. 22 Porque el Señor es nuestro juez, El Señor es nuestro legislador, El Señor es nuestro rey; Él nos salvará. 23 Se han aflojado tus cuerdas; No pueden sostener firme el mástil Ni entesar la vela. Entonces será repartida la presa de un abundante botín. Los cojos se llevarán los despojos. 24 Ningún habitante dirá: «Estoy enfermo». Al pueblo que allí habita, le será perdonada su iniquidad.

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Apocalipsis 3
Mensaje a la iglesia de Sardis
3 «Escribe al ángel de la iglesia en Sardis:
“El que tiene los siete Espíritus de Dios y las siete estrellas, dice esto: ‘Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, pero estás muerto. Ponte en vela y afirma las cosas que quedan, que estaban a punto de morir, porque no he hallado completas tus obras delante de Mi Dios. Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; guárdalo y arrepiéntete. Por tanto, si no velas, vendré como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti.
’Pero tienes unos pocos en Sardis que no han manchado sus vestiduras, y andarán conmigo vestidos de blanco, porque son dignos. Así el vencedor será vestido de vestiduras blancas y no borraré su nombre del libro de la vida, y reconoceré su nombre delante de Mi Padre y delante de Sus ángeles.
’El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias’”».

Mensaje a la iglesia de Filadelfia

«Escribe al ángel de la iglesia en Filadelfia:
“El Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y nadie cierra, y cierra y nadie abre, dice esto: ‘Yo conozco tus obras. Por tanto he puesto delante de ti una puerta abierta que nadie puede cerrar. Aunque tienes poco poder, has guardado Mi palabra y no has negado Mi nombre. Por tanto, Yo entregaré a aquellos de la sinagoga de Satanás que se dicen ser judíos y no lo son, sino que mienten; Yo haré que vengan y se postren a tus pies, y sepan que Yo te he amado. 10 Porque has guardado la palabra de Mi perseverancia, Yo también te guardaré de la hora de la prueba, esa hora que está por venir sobre todo el mundo para poner a prueba a los que habitan sobre la tierra.
11 ’Vengo pronto. Retén firme lo que tienes, para que nadie tome tu corona. 12 Al vencedor le haré una columna en el templo de Mi Dios, y nunca más saldrá de allí. Escribiré sobre él el nombre de Mi Dios y el nombre de la ciudad de Mi Dios, la nueva Jerusalén, que desciende del cielo de Mi Dios, y Mi nombre nuevo.
13 ’El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias’”».

Mensaje a la iglesia de Laodicea

14 «Escribe al ángel de la iglesia en Laodicea:
“El Amén, el Testigo fiel y verdadero, el Principio de la creación de Dios, dice esto: 15 ‘Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! 16 Así, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de Mi boca. 17 Porque dices: “Soy rico, me he enriquecido y de nada tengo necesidad”. No sabes que eres un miserable y digno de lástima, y pobre, ciego y desnudo. 18 Te aconsejo que de Mí compres oro refinado por fuego para que te hagas rico, y vestiduras blancas para que te vistas y no se manifieste la vergüenza de tu desnudez, y colirio para ungir tus ojos y que puedas ver.
19 ’Yo reprendo y disciplino a todos los que amo. Sé, pues, celoso y arrepiéntete. 20 Yo estoy a la puerta y llamo; si alguien oye Mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él y él conmigo. 21 Al vencedor, le concederé sentarse conmigo en Mi trono, como yo también vencí y me senté con Mi Padre en Su trono.
22 ’El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias’”».

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