Vida Cristiana

Recordatorio importante: En el matrimonio no hay lugar para el egoísmo

LOS EFECTOS DEL EGOÍSMO EN EL MATRIMONIO Y CÓMO REMEDIARLO

El matrimonio es un vínculo que se fundamenta en ciertas verdades innegociables, y hoy en día es crucial hablar de ellas. Día tras día observamos cómo muchos matrimonio sufren o se desintegran porque ignoran o intentan funcionar contradiciendo estas verdades esenciales. Una de las más importantes es esta: en el matrimonio no hay lugar para el egoísmo.

El egoísmo nace de nuestras propias carencias, aquellas que muchas veces no queremos reconocer. ¡Vaya que es difícil cuando uno entra al matrimonio con el solo deseo de recibir! En lugar de aportar y construir juntos, se entra con expectativas desmedidas y una necesidad constante de ser llenado por el otro. Esta actitud, en lugar de fortalecer la relación, la debilita, ya que coloca una carga injusta sobre la pareja, de satisfacer nuestras insaciables necesidades egoístas.

Dicha situación expone lo más pobre de nosotros y nos deja a merced del otro: de su afecto, de sus demostraciones de cariño, de su presencia para no sentirnos solos, de su ayuda para no fracasar en nuestros objetivos, de su protección porque no sabemos protegernos a nosotros mismos, de su aprecio para sentirnos aceptados, de su valoración para no sentirnos desvalorizados, etc., etc. Sin embargo, para que un matrimonio sea verdaderamente saludable, es crucial que ambos miembros entren con la disposición de dar y recibir de manera equilibrada, reconociendo y trabajando juntos en sus propias carencias individuales.

EL MATRIMONIO ES PARA ADULTOS

Y por supuesto, comenzar una relación para cubrir nuestras carencias nos muestra que no somos adultos. ¿Porque el matrimonio es para adultos… ¿o no? Y si bien hoy en día las personas pueden unirse en pareja sin mayores dificultades, eso no garantiza su adultez.

¿Y qué es ser adulto? ¿Qué significa ser un adulto? Ser adulto no tiene que ver con la edad cronológica sino con reconocer que ya no somos dependientes de papá y mamá, que estamos capacitados para enfrentar la vida con herramientas propias y para enfrentar con entereza las circunstancias que nos toca vivir. Ahora nos hacemos cargo de nosotros mismos y estamos dispuestos a superar las situaciones difíciles. Dejamos de echar la culpa sobre los demás, porque decidimos responsabilizarnos de lo que nos ocurre. Ser adulto significa que estamos dispuestos a hacer acuerdos de convivencia con los demás, entendiendo y aceptando que el otro piensa y actúa distinto. Significa aprender a tolerar y soportar las frustraciones cuando las cosas no salen como esperábamos, sin demonizar o culpar a los demás por el propio fracaso. Significa reconocer cuando estamos equivocados y estar dispuestos a corregir nuestros errores, aunque nos cueste esfuerzo y dinero. Sobre todo, ser adulto significa aprender a perdonar y a pedir perdón para construir relaciones sanas.

Quien es adulto está dispuesto a dar sin esperar recibir nada a cambio. Porque está completo, no necesita ser completado por alguien más. Pero sí, está dispuesto a complementarse con el otro en la función de pareja, en el matrimonio. No necesita ser completado porque, solo, ya está completo, y capacitado para ofrecerse al otro en una convivencia mutua, donde ambos buscamos el bien común.

Ser adulto es lo opuesto de ser egoísta, donde necesito recibir a toda costa, incluso sin mirar lo que necesita el otro. Tampoco se busca realizar un trueque afectivo, sino que aun se está dispuesto a dar por el pacto de la relación, aunque el otro no esté correspondiendo en ese momento. Difícil, ¿no?

EL EGOÍSMO, VENENO PARA EL MATRIMONIO

Cuando soy egoísta, antepongo mi bienestar ante el bienestar del otro, mi pareja. Me resulta muy difícil dar de lo mío, porque siento que quedo vacío y el temor a que me quede sin lo que me da seguridad me avasalla, no puedo desprenderme, ya sea de algo material, de mi tiempo o aun de mi afecto hacia el otro. Necesito ser el centro de la atención del otro y siento que, si no es así, es porque el otro no me quiere, o se está fijando en otra persona —es el caldo de cultivo para los celos patológicos—. Quiero siempre tener el primer lugar en todo y aun obtener siempre el máximo beneficio para mí, aun a costa de posponer las necesidades del otro. Cuanto menos pueda dar de mí mismo, mejor, porque así conservo más de mi capital, ya sea económico como afectivo.

«¡Esta pareja ya no me sirve!». Frase que solemos escuchar en las terapias y en los consultorios. ¿Qué nos indica? ¡Que los recursos se terminaron, ya no me pueden seguir dando lo que necesito! ¡Pobre de mi pareja… ya no tiene más para darme, entonces me retiro de la relación!

EL AMOR DE DIOS, REMEDIO PARA EL EGOÍSMO

No hay posibilidades de vivir una relación sana de pareja si primero no trabajo en superar y dejar de lado mi propio egoísmo. ¿De dónde viene mi egoísmo? De mi pasado. Un análisis de mi pasado, de mis carencias, de mis traumas y defectos, puede responder a esa pregunta. Siendo honesto conmigo mismo, puedo reconocer que no existe ninguna forma de curar mi egoísmo acumulando cosas u obteniendo beneficios, ya sean afectivos o materiales. Solo en el reconocimiento íntimo de mi necesidad de ser amado en forma incondicional es que comienzo a vislumbrar el fin de mi egoísmo. Solo cuando reconozco que el amor de Cristo es incondicional para mí, y que puede llenar mi carencia, entonces comienzo a ver una nueva forma de vida. Jesús decía en Juan 7:38: «¡Todo el que crea en mí puede venir y beber! Pues las Escrituras declaran: “De su corazón, brotarán ríos de agua viva”» (NTV), queriendo decir que cuando acepto el amor incondicional de Dios que cubre todos mis errores y sana todas mis carencias, recién entonces puedo comenzar a dar de mí a otros, sin temor a quedarme vacío.

No es posible ser empático sin estar antes lleno interiormente por el amor de Dios. No es posible poner en práctica 1 Corintios 10:24, «ninguno busque su propio bien sino el del otro» (RV60), si mi interior no está satisfecho con el amor incondicional de nuestro Padre. Es en su aceptación completa, en su amor sin medida, que puedo refugiarme para tomar de lo de Él, y dárselo a mi pareja, sin esperar nada a cambio, porque tengo la fuente de todo amor y poder conmigo.

¡Desafiante, apasionante! No apto para temerosos… ese es el verdadero amor dado por Dios, para disfrutar de una vida sin egoísmo en el matrimonio.


POR ERNESTO YOLDI

Médico psiquiatra y terapeuta familiar argentino. Autor del libro ¿Cómo criar hijos sanos? (2016, Certeza). Ha desempeñado el ministerio de la consejería por más de treinta años y participado como conferencista y expositor en múltiples eventos relacionados con la vida matrimonial y familiar. Es líder del ministerio de familias de la Iglesia de Cristo Tucumán, junto a su esposa Adriana, destinado a fortalecer a la familia. Es director de las diplomaturas en Asesoría Familiar y Asesoría de Pareja, destinadas a capacitar consejeros familiares y de pareja y certificadas por la Facultad Internacional de Estudios Teológicos (FIET).


Acerca del Autor

0.00 avg. rating (0% score) - 0 votes
Mostrar Más

Artículos relacionados

Deja una respuesta

Back to top button
18405