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Vive en la tierra como un ciudadano del reino de Dios

Nota del editor: Este es un fragmento adaptado del libro El Rey y Su reino: Dos testamentos, una sola historia (Editorial Bautista Independiente, 2022), por Josué Ortiz.

Con la llegada de Jesús y la inauguración del reino de Dios en la tierra, una nueva etapa comenzó para el verdadero creyente en Dios. El llamado de Cristo a seguirle es como ningún otro, ya que no es un llamado al fanatismo, la obsesión o la religiosidad. Jesús llamaba a Sus seguidores al arrepentimiento de sus pecados para regresar al estado original como imagen y semejanza de Dios, y entonces expandir el reino en la tierra (en ese artículo abordo lo más fundamental que la Biblia enseña al respecto y brindo contexto para lo que hablo a continuación).
Aquí responderé a la siguiente pregunta: ¿cómo viven los ciudadanos del reino de Dios en la tierra? El llamado para el ciudadano del reino no es a ser simplemente moral, sino a ser radical. Es un llamado a parecernos menos a Adán y más a Jesús. Aunque hay mucho que podríamos hablar sobre este tema, permíteme darte solo tres características que ilustran la clase de vida que los ciudadanos del reino deben llevar. Estas engloban la realidad de la «vida del reino» a la que Dios nos llama.
1) Reconocen su pobreza espiritual
Bienaventurados los pobres en espíritu, pues de ellos es el reino de los cielos (Mt 5:3).
Lo primero que debemos establecer es la manera en la que Dios permite la entrada a Su reino. ¿Cómo podemos entrar al reino de Dios? Jesús lo explica en el Sermón del monte.
La entrada al reino de Dios no es gracias a nuestra grandeza, nuestros logros o nuestra bondad. Por el contrario, la entrada al reino está disponible solamente a aquellos que han reconocido su terrible, profunda y absoluta pobreza espiritual.
Este mensaje era completamente opuesto a lo que los líderes religiosos enseñaban en el tiempo de Jesús. Ellos predicaban que la perfección y la justicia propia eran los requisitos para ser hijos de Dios. Sin embargo, a lo largo del Sermón del monte (Mt 5 – 7), Jesús destruyó todo el sistema ficticio de espiritualidad que llega cuando reemplazamos la voz autoritativa de Dios por la religiosidad y el moralismo humano.
Jesús enseñó que la entrada al reino de Dios es exclusivamente para aquellos que entienden que no la merecen. Te das cuenta de que eres un pecador y que, al igual que Adán y Eva, tú también te rebelas todo el tiempo en contra de Dios. Tu naturaleza pecaminosa te ha empobrecido a tal grado que no tienes nada qué ofrecer a Dios para ganar tu entrada a Su reino. El reino se hereda y recibe por gracia por medio de rogar a Dios la entrada, reconocer tu maldad y admirar Su santidad perfecta; entiendes que no es gracias a méritos personales sino a la obra del Mesías Jesús.
¡Cuántos de nosotros necesitamos reforzar esta enseñanza en nuestros días! La sociedad nos enseña que para ser felices necesitamos ser grandes, poderosos y privilegiados. Pensamos que necesitamos reconocimientos, bienes y prosperidad. El mundo gira alrededor de nuestros sueños y deseos. En muchos casos, Dios simplemente se convierte en nuestro «amuleto» o «facilitador» que garantiza la obtención de todo lo que le pedimos. Pero el ciudadano del reino no puede pensar así. Somos pobres y nuestro Dios es rico.
La verdadera felicidad, la «bienaventuranza», solo se obtiene en y por medio del reino de Dios. Solo aquellos que entienden que son pobres espirituales heredan el reino de Dios. Esto no quiere decir que pensamos lo peor de nosotros o que tenemos una actitud de pensar que no merecemos nada. La pobreza espiritual no es algo que haces, sino que es algo que eres. El pobre espiritual no es el que siempre limpia el edificio de la iglesia o el que vende todas sus posesiones para irse a vivir en un monasterio.
El pobre espiritual tiene su mente puesta en Aquel que «por amor a ustedes se hizo pobre, para que por medio de Su pobreza ustedes llegaran a ser ricos» (2 Co 8:9). Un pobre espiritual ha rendido por completo su vida al Señor y ha puesto su confianza en la obra redentora de Cristo. Eres lo que eres gracias a Jesús, no gracias a ti. Tu identidad se encuentra en la de Él. Te das cuenta de que no es que no valgas nada, sino que todo lo que vales es gracias al valioso acto de amor de tu Salvador.
2) Viven en obediencia total
Si ustedes me aman, guardarán Mis mandamientos (Jn 14:15).
El ciudadano del reino de Dios obedece por amor. Su anhelo radica en obedecer a Dios. Su amor a Dios no es por obligación, sino como respuesta al gran amor que Dios le ha mostrado. No obedece por interés, por conveniencia y menos por tradición o religiosidad. El ciudadano del reino de Dios se ha dado cuenta de lo que Dios ha hecho por él. Se ha dado cuenta de que Dios siempre ha querido rescatarlo de su perdición eterna y oscura. Por lo tanto, quiere obedecer a Aquel que desde siempre lo ha amado.
Amar a Dios es la respuesta lógica del ciudadano del reino. Busca a Dios porque Dios lo ha encontrado. Ama a Dios porque Dios lo ha amado. El ciudadano del reino le teme, le sigue y le adora no por obligación sino por convicción.
Nuestro gran problema es que no vemos la relación entre amar a Dios y obedecerle. Pero si sabemos que el Señor nos ha amado con un amor redentor y poderoso, ¿qué más necesitamos para obedecer a Dios? Me temo que nuestra falta de entendimiento de la realidad presente del reino de Dios nos hace pensar que podemos vivir como mejor nos parezca.
Si no entendemos que el reino de Dios está en parte presente aquí y ahora, entonces podríamos preguntarnos si realmente es necesario obedecer a Dios aquí y ahora. Pero esto no debe ser así. El ver la belleza del Dios de la Biblia, Su incansable deseo de rescatarme y Su soberano poder para salvarme aquí y ahora, lo único que debe causar en mi corazón es un deseo profundo de obedecerle desde el primer momento, todos los días y hasta la eternidad.
Vuelvo a preguntar: ¿Por qué no obedecemos a Dios? Por una idolatría abierta y absurda. Adoramos algo más; nos esforzamos por encontrar placer en lo temporal, lo malo, lo carnal y satánico. La idolatría nos hace pensar que el pecado tiene belleza, que lo mundano tiene hermosura y que lo carnal no tiene comparación. La idolatría nos hace perder la razón, el sentido común y el deseo de adorar a Dios. Por eso las tentaciones que llevan a la idolatría son las armas favoritas de Satanás. Él nos odia, nos detesta, le damos asco, por eso nos da lo peor de lo peor disfrazado de lo mejor de lo mejor.
La idolatría nos engaña, cautiva, seduce y nos hace caer vez tras vez. Adoramos a dioses falsos y caemos rendidos de nuevo a esclavitudes pasadas. Dios nos liberó, pero nuestra carne aún anhela los apetitos pecaminosos. Pero cuando nuestra adoración total se enfoca solamente en el Dios verdadero y eterno, nuestra obediencia a Él fluye más naturalmente. No puedes obedecer incondicionalmente a quien no conoces genuinamente. Si no conoces a Dios, vas a dudar de Él, vas a tambalear y terminarás fracasando.
Por todo lo anterior, no podemos más que aferrarnos por completo a nuestro Dios, quien es confiable, amoroso y fiel. Dios es el único que merece tu obediencia.
3) Son seguidores radicales
Llamando Jesús a la multitud y a Sus discípulos, les dijo: «Si alguien quiere venir conmigo, niéguese a sí mismo, tome su cruz, y sígame» (Mr 8:34).
Yo quiero ser un seguidor de Jesús y es muy probable que la gran mayoría de los cristianos comparta este deseo. Pero debemos recordar que Jesús no está buscando simpatizantes, Él está reclutando ciudadanos reales y discípulos fieles. El Rey no busca turistas, el Rey rescata a ciudadanos.
La diferencia entre simpatizantes y discípulos es sustancial. No es lo mismo ir a la iglesia que seguir a Jesús. No es lo mismo leer tu Biblia en busca de información que ver a Dios cuando la lees. No es lo mismo cantar cantos cristianos que adorar a Dios mientras le cantas. No es lo mismo ser un cristiano de cuna que ser un ciudadano del reino.
Jesús vino a recomponer lo roto, a enderezar lo desviado y a restituir lo perdido. Cuando conocemos de manera adecuada a la persona y la obra de Jesús, entonces sabemos cómo y por qué debemos seguirle. Él vivió y habló de un movimiento totalmente radical. En términos humanos, lo que Jesús enseña es una locura. Para ganar tu vida tienes que perderla (Mr 8:35). El que quiera ser el primero debe ser el último (Mr 9:35). El pobre en espíritu heredará el reino de Dios (Mt 5:3).
Lo que Jesús enseña sobre los ciudadanos es radical y, por lo tanto, los ciudadanos deben ser radicales, pero quiero enfatizar que eso no significa que sean extremistas, fanáticos o religiosos, sino radicales. Jesús está hablando de convicción, de convencimiento y de verdadero compromiso con la misión del reino.
Por ejemplo, Jesús enseña que los matrimonios se disuelven trágicamente producto de la dureza de nuestro corazón, pero Él ha venido a restaurar lo que era desde el principio (Mr 10:1-12). Por lo tanto, los matrimonios de los ciudadanos del reino pueden perdurar hasta la muerte tal y como era el diseño original.
Eso quiere decir que los ciudadanos pueden ser padres, madres, hijos, trabajadores y abuelos que den gloria a Dios en todo lo que hagan. Pueden llevar a cabo cada uno de sus roles de una manera restaurada. Pueden hacer lo que a los ojos del mundo parece imposible porque Dios hizo todo lo necesario para que el humano nacido de nuevo pueda ser otra vez un verdadero humano; no un humanoide, sino la versión del humano que Dios siempre tuvo en mente.
Síguelo, renuncia a lo que Dios vino a destruir, sostente de Aquel que te extiende Su mano, muere radicalmente a ti mismo, a tus sueños, tus intereses y a tus expectativas. Date cuenta de que tienes un Rey, que vives en Su reino y que eres Su ciudadano.
Toma tu cruz todos los días porque has entendido que debes sufrir por causa del evangelio y de Cristo (Mt 16:24). Si te llegasen a sacar de tus círculos sociales o se burlaran de ti, ¡sufre por el evangelio! ¡Que te dejen de hablar los que tengan que dejarte de hablar! Pero tú nunca, por nada del mundo, dejes de seguir a Jesús por miedo, por pena o por deseo de pecar.
Jesús dijo que si tu mano o pie llegaran a ser ocasión de caer, córtalos (Mr 9:43-46). Si tu ojo te fuere ocasión de caer, sácalo (Mr 9:47). Él hizo uso de un lenguaje hiperbólico para mostrar el énfasis radical de Sus enseñanzas. No lo decía en un sentido literal, pero sí en un sentido radical, buscando pureza y santidad por sobre todas las cosas.
Es momento de que los ciudadanos del reino actúen como tales.

<strong>Josué Ortiz</strong>

Josué Ortiz (MDiv., DMin.) es pastor fundador de la Iglesia Gracia Abundante en la Ciudad de México. Es doctor en predicación expositiva por The Master’s Seminary y autor del libro El Rey y su Reino: Dos testamentos, una historia (EBI, 2022). Está casado con Rebekah y juntos tienen tres hijos. Puedes seguirlo en twitter: @pastorjosuecdmx

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