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¿Qué significa Lucas 9:23, “tome su cruz y sígame”?

Seguir a Jesús y negarse a uno mismo

Y a todos les decía: «Si alguien quiere seguirme, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame» (Lc 9:23).

Jesús busca discípulos, es decir, personas que respondan a todo lo que Él es y a todo lo que ofrece con una fe que diga: A dondequiera que me lleves, iré. Una mirada más cercana a Lucas 9:23 nos muestra que Jesús llama a Sus seguidores no solo a aceptar los costos del compromiso, sino también a experimentar niveles asombrosos de gracia y libertad.

En primer lugar, Jesús nos ofrece el privilegio de convertirnos en Sus aprendices de vida. En el primer siglo, esto significaba para una persona pedir a un maestro que formara todo su corazón y su vida. Jesús cambia el guión y extiende Su invitación a «todos», incluidos aquellos que ya son Sus discípulos, como también las multitudes. Juntos, los dos grupos forman una «generación incrédula y perversa» que es espiritualmente torpe, egocéntrica y susceptible a una comprensión errónea de Jesús (Lc 9:1318-193337-414546-56). Sin embargo, Él —el Mesías e Hijo de Dios (Lc 9:2035)— está dispuesto a tenerlos a ellos (y a nosotros) como Suyos. Para resaltar aún más Su gracia, la forma del verbo «decía» implica una actividad continua: Jesús extiende esta oferta una y otra vez, por causa de nuestra profunda necedad.

En segundo lugar, cuando Jesús nos llama a la abnegación, nos libera del peso de la autodefinición. Al escuchar recientemente una entrevista con un adolescente, me di cuenta de que detrás de sus experiencias de vida había un argumento implícito: 1) Tengo un yo verdadero; 2) nadie tiene acceso a mi verdadero yo, excepto yo; 3) por lo tanto, la tarea de descubrir y vivir este verdadero yo es solo mía; nadie más puede ayudarme.

¡Qué presión indescriptible para que cualquier persona la soporte! Sin embargo, en tal contexto, el llamado de Jesús a la abnegación puede sonar igualmente asfixiante: Tienes un verdadero yo, pero te digo que lo mantengas oculto. Esto podría interpretarse en el sentido de que a Jesús le importamos poco, que nuestro «yo» (nuestra identidad, el núcleo de quiénes somos) le importa tan poco que no quiere que nosotros ni nadie más nos preocupemos por ello.

Jesús busca discípulos, personas que respondan a todo lo que Él es y a todo lo que ofrece con una fe que diga: ‘A dondequiera que me lleves, iré’

 

Para escuchar la verdadera libertad que Jesús tiene en mente, debemos comprender lo que pretende con la abnegación. Nota que Jesús no nos llama a negar una proposición («Niego [la afirmación de] que la tierra es plana»), ni a negar un deseo («Quiero dormir hasta tarde, pero me negaré [ese placer]»), sino a negar a una persona: «que se niegue a sí mismo».

Para ilustrarlo, consideremos el relato de Lucas sobre el apóstol Pedro. Cuando Pedro negó que conocía a Jesús (Lc 22:34), también estaba negando a Jesús (Lc 22:61, «me negarás»). Pedro estaba diciendo: No estoy definido por mi relación con Jesús. Él no tiene nada que decir sobre lo que es más importante para mí o sobre mí. Jesús llama a Sus discípulos a adoptar una postura similar hacia nosotros mismos: Jesús, no soy la persona más importante en mi vida. No soy yo quien dice lo más importante de mí. No soy yo quien me define.

¿Cómo este tipo de abnegación representa la libertad? Es una elección entre dos alternativas. Cuando los seres humanos nos definimos a nosotros mismos (cuando decimos: esto es el núcleo de quién soy, lo más importante de mí), normalmente empleamos categorías que conducen a cargas aplastantes. Si me definen mis éxitos, tengo que generar constantemente más de ellos. Si me definen mis fracasos, me paraliza el miedo de no poder borrarlos nunca. Si mis experiencias me definen, o lamento el hecho de que nunca estarán a la altura (¿Puedo tener suficientes aventuras, suficientes lujos, suficiente sexo, suficiente afirmación relacional en la era de Instagram?) o persigo la próxima gran novedad. O tal vez me defino por la capacidad de conocer mi verdadero yo y vivirlo con valentía, otra forma de decir que me defino por el éxito que puedo (o no puedo) lograr.

Estar unidos a Jesús en el discipulado significa que un día compartiremos Su vida de resurrección

 

Jesús ofrece otra manera. «Niégate a ti mismo» significa: Deja de intentar definirte a ti mismo¡De ahora en adelante, confíame ese papel! Jesús nos invita a entregarle las preguntas de quiénes somos, qué es lo que más nos importa sobre la vida y sobre nosotros. No tenemos que descubrir estas cosas solos ni demostrarlas continuamente ante un mundo que nos observa. La abnegación es la libertad de decir: Jesús, el único yo que quiero ser es el yo que está unido a ti. Seré definido por tu disposición a tenerme como tu discípulo. Esta libertad es costosa y exige que le confiemos a otra persona todo lo que somos. Pero el resultado final, dice Jesús, es que nuestro «yo» es salvo: «el que pierda su psyché (gr. yo, vida, persona entera) por causa de Mí, ese la salvará» (Lc 9:24).

Una tercera característica del llamado de Jesús al discipulado refuerza lo que hemos visto hasta ahora. Jesús dice: «toma tu cruz cada día». Jesús no está diciendo que el dolor, la vergüenza y la muerte sean buenos. Lo sabemos porque acaba de decir que después de Su sufrimiento y muerte, «resucitará» (Lc 9:22). Estar unidos a Jesús en el discipulado significa que un día compartiremos Su vida de resurrección, un destino tan glorioso que vale la pena soportar la vergüenza, la debilidad y el rechazo diarios para alcanzarlo.

En el camino al lugar de la crucifixión, cuando todas las demás voces gritan sobre nosotros: ¡Él no vale nada, ella es una impostora, son enemigos de lo bueno y de la verdad!, la voz de Jesús grita: Sígueme al gozo de la resurrección, a la plenitud de vida y amor para siempre.

Tomar una cruz no se trata de apretar los dientes para demostrar nuestra dureza; se trata de una confianza valiente que dice, cada día, Jesús, eres tan bueno que estamos más seguros en Tus manos que en las de cualquier otra persona, incluso en las nuestras. ¿Por qué no aceptar diariamente esta oferta de quien recorrió el camino de la cruz por nosotros? ¿Por qué no querríamos ayudar a otros a escucharlo y prestarle atención también?


Publicado originalmente en Crossway. Traducido por el Equipo Coalición.

C. D. “Jimmy” Agan III (PhD, Universidad de Aberdeen) es profesor de Nuevo Testamento y director de homilética en Covenant Theological Seminary en St. Louis, Missouri. Es el autor de La imitación de Cristo en el Evangelio de Lucas: Creciendo en el amor de Cristo por Dios y el prójimo.

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