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Algunas historias nos leen: Por qué Jesús habló en parábolas

Aunque Jesús no fue el primero en utilizar parábolas al enseñar, el amplio uso que hizo de ellas fue una característica distintiva de Su estilo de enseñanza. ¿Por qué? Algunos sugieren que simplemente aprovechó el poder de la historia para mejorar Su enseñanza. Pero Jesús mismo explica por qué utilizó las parábolas y basa Su explicación en una red de textos del Antiguo Testamento, con Isaías 6:9-10 como protagonista.

Comprender el propósito de Jesús proporciona valiosas lecciones para nuestra comprensión y proclamación del evangelio.

“Para que no se conviertan”

La explicación de Jesús de por qué enseñaba con parábolas se encuentra en la parábola del sembrador y los terrenos. (Aunque esta parábola aparece en los tres evangelios sinópticos, nos centraremos en la versión de Mateo).

La parábola se sitúa al principio de una extensa sección de parábolas centradas en la naturaleza del reino de Dios (Mt 13:1-52). Después de contar a la multitud la parábola del sembrador (Mt 13:1-9), los discípulos le preguntan en privado por qué habla a la multitud en parábolas (Mt 13:10). Jesús responde destacando su posición privilegiada como discípulos: Dios ha decidido revelarles los secretos del reino (Mt 13:11-12, aludiendo al lenguaje de «misterio» utilizado en Daniel). A continuación, responde directamente a su pregunta:

Por eso les hablo en parábolas; porque viendo no ven, y oyendo no oyen ni entienden. Y en ellos se cumple la profecía de Isaías que dice:

«Al oír, ustedes oirán, pero no entenderán;
Y viendo verán, pero no percibirán;
Porque el corazón de este pueblo se ha vuelto insensible,
Y con dificultad oyen con sus oídos;
Y han cerrado sus ojos;
De otro modo, verían con los ojos,
Oirían con los oídos,
Y entenderían con el corazón,
Y se convertirían,
Y Yo los sanaría» (Mt 13:13-15, citando Is 6:9-10).

La afirmación de Jesús de por qué enseña en parábolas alude al Salmo 78:2 (que Mateo cita explícitamente en Mt 13:35), pero el lenguaje de disfunción sensorial (oídos que no oyen, ojos que no ven, corazones y mentes embotados) anticipa la cita de Isaías 6:9-10. ¿Por qué Jesús se enfoca aquí en explicar Su propósito con las parábolas a los discípulos?

Ojos que no ven, oídos que no oyen

En su contexto original, Isaías 6:9-10 forma parte de la comisión de Dios a Isaías como profeta. Al ver a Yahvé exaltado en Su trono, Isaías responde a la pregunta de Yahvé: «¿A quién enviaré y quién irá por nosotros?» con un enfático: «Aquí estoy; envíame a mí» (Is 6:1-8). Los versículos 9-10 presentan el contenido del mensaje de Isaías al rebelde Israel. Dios le encarga que denuncie la sordera espiritual, la ceguera y la dureza de corazón de Israel, que le impiden responder a su llamado al arrepentimiento y la restauración.

Jesús enseña en parábolas para exponer la condición espiritual de las personas

 

Esta no era una respuesta nueva para Israel. Había sido así desde los días de Moisés, quien utilizó un lenguaje similar de disfunción sensorial para describir a Israel (Dt 29:2-4). En otros lugares, las Escrituras relacionan este lenguaje de disfunción sensorial con los efectos de la idolatría. Los que adoran a los ídolos se vuelven como ellos, con ojos que no ven, oídos que no oyen y corazón que no entiende (Is 44:9-20Sal 115:3-8).

Pero cuando Jesús cita Isaías 6:9-10 y lo aplica a las multitudes que escuchaban, está haciendo algo más que simplemente identificar un patrón recurrente en la historia redentora. Notemos que Jesús introduce las palabras de Isaías 6:9-10 diciendo: «En ellos se cumple la profecía de Isaías» (Mt 13:14, énfasis añadido). El mal funcionamiento sensorial y la dureza de corazón dirigidos hacia Jesús son la culminación de ese patrón. La naturaleza de la revelación suprema que Dios hace de Sí mismo en Jesús conduce a un mayor nivel de disfunción sensorial y dureza de corazón que cumple con el significado de los sucesos anteriores de este patrón.

Envolviendo perlas en parábolas

Jesús enseña en parábolas para exponer la condición espiritual de la persona. Las parábolas son más como termómetros que como termostatos; revelan la condición espiritual de una persona más que determinarla. Por eso Jesús dice repetidamente: «El que tiene oídos, que oiga» (Mt 11:1513:943). Los que han sido vivificados espiritualmente y ahora pueden oír la voz del Hijo de Dios (Jn 5:25-26) deben responder obedeciendo la palabra de Jesús. No deben ser solamente oidores de la palabra, sino hacedores (Stg 1:22).

En contraste, las parábolas endurecen aún más a aquellos cuyos ojos, oídos, corazones y mentes espirituales han funcionado mal debido a su rebelión idólatra contra Dios. «Para los que no tienen oídos para oír, las parábolas parecen ocultar más de lo que revelan, de modo que oír y ver superficialmente no conduce a una verdadera comprensión o percepción espiritual», escribe Craig Blomberg (Commentary on the New Testament Use of the Old Testament [Comentario sobre el uso que hace el Nuevo Testamento del Antiguo Testamento], p. 46). Las parábolas son, pues, una forma de anunciar las buenas nuevas del reino a las multitudes y, al mismo tiempo, de no echar perlas a los cerdos (Mt 7:6). Como dice D. A. Carson, Jesús enseña en parábolas «de tal manera que endurece y rechaza a los duros de corazón e ilumina —a menudo con más explicaciones— a Sus discípulos» (Matthew [Mateo], p. 309).

Juan también utiliza a Isaías para explicar el rechazo de la gente hacia Jesús (Jn 12:36-43). A pesar de todas las señales que Jesús hizo, no creyeron en Él —de hecho, no podían creer—, lo que cumplía las palabras de Isaías 53:1. Ciertamente, la razón por la que no podían creer en Él se explica mediante una cita de Isaías 6:9-10. Después de citar al profeta, Juan explica que «esto dijo Isaías porque vio Su gloria [de Jesús], y habló de Él» (Jn 12:41). En otras palabras, el Señor exaltado que Isaías vio sentado en el trono del cielo no era otro que Cristo mismo (Is 6:1-5). Así pues, Isaías predijo el rechazo de Jesús casi setecientos años antes de que naciera.

En pocas palabras, Jesús enseñó en parábolas para demostrar la necesidad de la revelación divina para comprender los misterios del reino y revelar la condición espiritual de Sus oyentes. Ambas realidades se basan en Su interpretación de Isaías 6:9-10.

El Dios que abre los ojos

La manera en que Jesús y los autores del Nuevo Testamento usan Isaías 6:9-10 nos enseña al menos tres lecciones importantes.

En primer lugar, el evangelio estaba oculto a simple vista en el Antiguo Testamento, pero ahora se revela a través de la persona y la obra de Jesucristo. Por un lado, el Nuevo Testamento deja claro que las buenas nuevas de Jesucristo son el cumplimiento de la esperanza del Antiguo Testamento. Al mismo tiempo, la forma en que Cristo cumple la esperanza del Antiguo Testamento es inesperada en muchos aspectos.

Nadie llega a conocer a Cristo porque sea más inteligente o más sabio que los demás, debemos maravillarnos de que Dios nos haya abierto los ojos

 

En segundo lugar, Dios debe abrir los sentidos espirituales de una persona para que perciba correctamente el evangelio. Por causa de nuestra naturaleza caída, venimos a este mundo como pecadores espiritualmente muertos con corazones de piedra (Ef 2:1-3Ez 36:26). Sin el Espíritu de Dios, que nos da vida espiritual (Ef 2:4-6), ojos para ver (2 Co 4:6) y corazones sensibles a Dios (Ez 36:26-27), nadie llega a creer en Cristo. Si confiamos en Jesús, nuestros corazones deberían estar llenos de gratitud porque Dios nos ha abierto los ojos para ver la belleza de Cristo, porque ninguno de nosotros merece tal privilegio. No hay lugar para la arrogancia en el reino. Nadie llega a conocer a Cristo porque sea más inteligente o más sabio que los demás. Como creyentes, debemos maravillarnos de que Dios nos haya abierto los ojos para «iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en el rostro de Cristo» (2 Co 4:6).

Por último, comprender verdaderamente estas realidades nos convertirá en personas de oración. Todos nuestros esfuerzos por compartir el evangelio con los demás deben estar bañados en oración. Aprender a responder a preguntas comunes sobre Jesús, la Biblia y el cristianismo es sabio, pero nuestra capacidad para explicar y defender el evangelio no es lo que permite a las personas arrepentirse y creer en Jesús. Esta verdad nos libera de la ansiedad que proviene de pensar que la respuesta de una persona al evangelio depende de lo bien que nos comuniquemos.

En cambio, podemos orar con confianza para que Dios haga lo que solo Él puede hacer. Podemos orar para que, como hizo con Lidia (Hch 16:14-15), Dios abra los ojos de nuestros oyentes para que vean la belleza de Cristo, abra sus oídos para que escuchen las buenas nuevas y sustituya su corazón de piedra por un corazón de carne que responda a Dios con fe y obediencia.


Publicado originalmente en Desiring GodTraducido por Eduardo Fergusson.

Matthew S. Harmon (PhD, Wheaton College) es profesor de estudios del Nuevo Testamento en Grace College & Theological Seminary en Winona Lake, Indiana. Anteriormente formó parte del personal de Cru durante ocho años y es autor de numerosos libros, incluidos comentarios sobre Gálatas, Filipenses, 2 Pedro y Judas. También es coanfitrión del podcast Various and Sundry. Matthew y su esposa, Kate, viven en Varsovia, Indiana, y tienen dos hijos.

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